Kate Fletcher es profesora de sustentabilidad , académica del London College of Fashion y autora de varios libros sobre moda ecológica, levanta su voz contra la compra y venta excesiva de ropa de dudosa calidad y los costos que esto tiene para el medio ambiente. «En un mundo en el que los recursos se harán cada vez más escasos, tenemos que preguntarnos cuánto consumo es suficiente», plantea, poco antes de venir a Chile.
Cuando Marks & Spencer, la más grande tienda por departamentos del Reino Unido, olfateó la necesidad de embarcarse en algún tipo de acción relacionada con el cuidado del medio ambiente, llamó inmediatamente a Kate Fletcher. Lo mismo hicieron las marcas de zapatos Clarks, Vivo Barefoot y la lujosa Sydney Brown.
Recién comenzaba el siglo XXI cuando esta entonces recién egresada alumna del Chelsea College of Art & Design comenzó a hacerse conocida por su relación crítica -pero a la vez optimista y propositiva- con la industria de la moda. Gracias a sus gestiones de consultoría con estas marcas, por ejemplo, se incubaron iniciativas como la idea -actualmente tan difundida- de llevar ropa usada a las tiendas para donarla y así recibir descuentos en compras futuras.
Hoy, Kate es una autoridad en la relación entre la moda, el compromiso medioambiental y el consumo responsable: es co-secretaria del Grupo Parlamentario sobre Moda y Sustentabilidad en la Cámara de los Lores, y es miembro del Comité de Gestión del Instituto de Normas Británicas para el diseño sustentable. Desde 2008 también es profesora de sustentabilidad, diseño y moda en el Centro de Moda Sustentable del London College of Fashion.
Kate llegará a Chile a mediados de octubre para participar en un seminario organizado por la Escuela de Diseño de la UC. Dictará conferencias y talleres, pero también visitará a un grupo de 55 mujeres aimaras en la comuna Colchane, en el altiplano tarapaqueño, para conocer de cerca el trabajo textil andino. Será la primera vez que visita América Latina.
-Voy a Chile más que nada para aprender -cuenta desde su oficina en el centro de Londres, un día miércoles a las tres de la tarde. Y agrega:
-Estas mujeres pueden ofrecer respuestas a las inquietudes con las que estamos lidiando hoy. Actualmente muchas personas creen que todo el futuro está en las nuevas tecnologías, pero yo pienso que no, que mucho de lo que necesitamos saber para tener una mejor vida está alrededor de nosotros. El trabajo a telar que se hace en los Andes habla de un tipo de relación con la ropa y con los textiles que hemos perdido y necesitamos reencontrar, si vamos a vivir en un tiempo en el que enfrentamos el cambio climático y una creciente escasez de recursos.
-Habitualmente la gente relaciona la moda ética con lo étnico, debido a este tipo de iniciativas.
-Yo no uniría estos dos conceptos por default. Ciertamente, mucho de lo que se hace en comunidades como la que voy a visitar encaja con un concepto amplio de ética, preocupación y responsabilidad. Pero no siempre la moda ética fluye de esa manera. A mí me interesa ver qué significa hacer este tipo de trabajos sin una mirada nostálgica, sino más bien futurista, donde la tecnología también puede participar, por ejemplo, a través de internet.
-Muchos artesanos latinoamericanos están recibiendo asesorías en diseño con el fin de hacer sus productos exportables, porque el mercado local no paga lo que estos trabajos valen.
-El problema no está en lo que cuesta su trabajo o el fruto de este, sino en que todo lo demás es demasiado barato.
Según Kate, está inserta en la sociedad la idea de que la ropa tiene que ser barata, debido principalmente a la irrupción de prendas elaboradas a bajo costo y en condiciones laborales deplorables, especialmente en China y el sudeste asiático.
-La gente ha perdido un sentido de perspectiva sobre el verdadero valor de las cosas, del trabajo artesanal, de lo que es justo -agrega.
-Cuando comenzó el auge de la moda lenta y ética, se apostaba a cambiar la mente del consumidor. Sin embargo, hoy vemos que la gente compra tanto ropa barata y desechable como prendas que calzarían con el concepto de moda lenta. ¿Hay una cierta decepción?
-Efectivamente la gente compra lo barato y lo caro, lo rápido y lo lento, lo global y lo local. Esto de sentirse obligado a experimentarlo todo es algo muy posmodernista. Pero el solo hecho de que existan alternativas ya es una señal optimista y ahí es donde yo pongo mi energía. Mi visión es que si logramos que estas alternativas sean las correctas, y que además sean bellas, más gente optará por ellas. Hay un gran placer y un gran potencial en la construcción de estas propuestas.
Modos de uso
Kate Fletcher sabe que la gente compra más ropa de la que necesita y que reemplaza prendas aunque las originales no estén rotas. También reconoce que la mayoría de las personas describiría al fenómeno «moda» simplemente como la compra de ropa nueva. Como una cuestión netamente consumista. Pero ella prefiere trabajar con otra definición.
-El concepto fashion hoy se vincula con productos, con objetos, pero en sus orígenes se refería a otra cosa: a los procesos, a la creación. Se relacionaba con la idea de trabajo en pequeños grupos, algo completamente alejado a lo que hoy vemos en la industria de la moda. Por eso, lo que a mí me interesa no son los vestidos, las blusas, las carteras, sino la manera en la que nos vinculamos con la moda y qué dice esto de nuestra visión de mundo. Si la gente empieza a pensar más sobre lo que la ropa significa en su vida, experimentará un mayor placer en la moda y eventualmente iremos hacia un mayor ahorro de recursos.
En este sentido, una de las líneas de investigación de Kate ha girado en torno a la idea de cómo la ropa es algo que se usa una y otra vez. Un enfoque que se opone a la actual cultura del desecho, donde se descarta ropa que aún está en buen estado. Ella prefiere enfocarse en la creatividad que puede surgir a partir de la ropa ya existente y llama a esto craft of use (artesanía del uso). Así lo explica:
-Podemos relacionarnos con la ropa de otra manera. La industria nos empuja a creer que se trata de objetos y no se preocupa de lo que pasa con las prendas más allá del punto de venta. Pero cuando usamos la ropa, cuando la ponemos sobre nuestro cuerpo, no la sentimos como un producto, sino como un proceso, con algo que forma parte de nuestra vida. Este es un cambio de enfoque que quizás parece muy sutil o académico, pero finalmente es muy masivo, porque todos lo experimentamos.
Para profundizar en este punto de vista, Kate creó en 2009 el proyecto Local Wisdom (sabiduría local), actualmente financiado por The Leverhulme Trust, fundación británica que desde 1925 aporta fondos para la investigación, principalmente en el entorno académico. Este proyecto invita a fotógrafos y diseñadores a registrar, con imágenes, maneras originales en las que la gente descubre nuevas maneras de usar la ropa que ya tiene.
Hasta el momento, han participado personas de trece países, cuyas imágenes pueden verse en la página web de Kate (http:katefletcher.com). Ahí, apunta:
-El tipo de historias que buscamos incluye, entre otras cosas, prendas que sean fácilmente reparables; que sean compartidas entre muchas personas; que estén disfrutando de una tercera, cuarta o quinta vida; que causen sorpresa cada vez que se usan; que están construidas con piezas intercambiables que puedan usarse de diferentes maneras; que te conecten con otros.
Lo que surge, asegura Kate, es una mirada creativa e inspiradora sobre lo que puede hacer la gente con su ropa.
-Esto demuestra que no necesariamente hay que comprar para obtener novedad y satisfacción de la ropa. Está esta idea de que la ropa se relaciona con cosas como el éxito y la belleza, pero todos los estudios demuestran que, pasado un nivel muy básico, cada nueva cosa material que consumimos solo nos hace más infelices -explica. Y agrega:
-Tenemos que preguntarnos cómo sería la moda en un mundo que no se enfoque más en el crecimiento económico, donde la venta de nuevos productos no sea la prioridad. Tenemos que preguntarnos cuánta ropa es suficiente, porque no podemos continuar en esta espiral de consumo ad infinitum; va a tener que existir un límite a la capacidad productiva.
«Si la gente empieza a pensar más sobre lo que la ropa significa en su vida, experimentará un mayor placer en la moda y eventualmente iremos hacia un mayor ahorro de recursos».
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