Mirar adentro, introvertido o extrovertido

«Nos dicen que ser grande es ser audaz: que ser feliz es ser sociable», dice con mirada crítica la estadounidense Susan Cain, autora del libro «El poder de los introvertidos» y defensora de la cautela y el recogimiento.
¿Qué hay detrás de esta revolución silenciosa que pone en valor la introspección?

       Imagen: Rebekah Campbell

Carl Jung fue uno de los primeros en usar los términos introversión y extroversión. Los llamó “actitudes” en su libro Tipos psicológicos, de 1921, y les dio la tarea de modificar las cuatro funciones psicológicas: sensación, intuición, pensamiento y sentimiento. A unos les interesa el mundo interior, son reservados y reflexivos, mientras que otros se sienten cautivados por el mundo exterior, son entusiastas y habladores. Jung advirtió que no existe tal cosa como un introvertido o un extrovertido puro, por lo que propuso varios tipos de personas: idealistas o realistas, herméticas o adaptadas a su época, modestas o prácticas, soñadoras o visionarias.
Desde entonces, el tema estuvo presente en estudios académicos e investigaciones psicológicas y científicas, hasta que en 2012 con la publicación del libro El poder de los introvertidos, de la abogada y consultora estadounidense Susan Cain, explotó también en la cultura popular. Traducido a cuarenta idiomas, con dos millones de ejemplares vendidos, el libro provocó un torrente de notas en Internet: “10 formas de actuar que diferencian a los introvertidos del resto”, tituló el periódico Huffington Post, “23 signos inconfundibles de una persona introvertida”, la página web mexicana Pijama Surf. BuzzFeed lanzó un test llamado: “26 reacciones de un gato que todo introvertido entenderá” y otro que pregunta: “¿Eres introvertido, extrovertido o algo en el medio?”.
Aunque en su libro Susan Cain menciona varias de las características que suelen atribuirse a los introvertidos –huyen de las multitudes, son solitarios y callados, piensan antes de hablar, se sienten decaídos después de la actividad, prefieren quedarse en casa, toman pocos riesgos, realizan una tarea a la vez, evitan los conflictos–, su definición se basa en una única palabra: estímulos. Los introvertidos necesitan menos estímulos externos que los extrovertidos. Menos interacción, menos luces, menos ruido.
El poder de los introvertidos, es un manifiesto, racional y tranquil, por la aceptación de los introvertidos. Sin ellos la humanidad carecería de las teorías de la gravedad y la relatividad, de Google y Apple, de Charlie Brown, de La metamorfosisEn busca del tiempo perdido y 1984. El problema es que la sociedad occidental, sobre todo la estadounidense, privilegió la personalidad extrovertida al punto de que adjetivos como dominanteatrevido y enérgico convocan la imagen del éxito, mientras que cauteloso y recogidosugieren cierta debilidad. “Nos dicen que ser grande es ser audaz; que ser feliz es ser sociable”, escribe.
Como si se tratara de un enorme tejido, Susan Cain recorre los espacios de la sociedad donde la extroversión es el ideal: oficinas, facultades de negocios, cursos de liderazgo, avisos publicitarios del tipo Just Do It, de Nike. Todos favorecen un mismo perfil, el del individuo que encuentra satisfacción siendo el centro de las miradas. Pero luego habla de Rosa Parks, Albert Einstein, Stephen Wozniak y J.K. Rowling. Una líder de derechos civiles, un científico, un inventor y una escritora que reúnen los mejores rasgos de la introversión. En 2015 Susan Cain fundó una compañía, Quiet Revolution (Revolución Silenciosa), que trabaja en distintas áreas para enseñar que esos rasgos, trabajar en soledad, expresarse mejor por escrito, saber escuchar, tener modos suaves, son fundamentales no solo para los oficios tradicionalmente relacionados con la introversión, artistas y científicos, sino para aquellos que se consideran exclusivos para extrovertidos gerentes y comerciantes.
La Revolución Silenciosa cayó bien en un mundo donde la figura del estrafalario magnate interpretado por Michael Douglas en la película Wall Street fue reemplazada por la de un chico con remera de Star Wars que trabaja desde su casa. En las redes sociales, introvertidos confesos y orgullosos se convirtieron en celebridades.

“Somos seres sociales: si no hay un otro que nos reciba y nos dé cobijo, podemos morir”, Claudia Messing, psicóloga social e investigadora.

Una fría mañana de julio, desde su oficina en una calle apacible en el barrio de Palermo, la psicóloga social, psicodramatista e investigadora Claudia Messing explica que alguien puede conservar sus características introvertidas sin perder algún grado de socialización. “De lo contrario, habría un deterioro porque el cerebro necesita estímulo externo. Somos seres sociales: si no hay un otro que nos reciba y nos dé cobijo, podemos morir”. Así como la extroversión llevada al extremo es causa de dependencia y falta de concentración, el aislamiento, la incapacidad de comunicarse, el bloqueo ante la posibilidad de dar una charla en el trabajo son síntomas que tendrían que ser tratados. El introvertido histórico, la personalidad creativa y artística, tendría hoy un correlato en el chico retraído frente a la pantalla de su computadora. “Ese joven, o bien puede haberse mimetizado con un familiar que tienda a la introversión, o bien estar atravesando una situación de tensión, de hostilidad, de miedo, que lo lleve a evitar un ambiente externo no amigable”.
Otra cosa, sugiere Messing, es la introspección: la búsqueda interior, la capacidad de rectificar los errores, de sanar y evolucionar. “Esa mirada es necesaria para dejar de ser una víctima y sentir que el mundo nos ataca. Es un rasgo ausente de la personalidad actual, aun en los introvertidos. Se alcanza a lo largo de la vida cuando las personas empiezan a trabajar en sí mismas”. Ya Jung había hablado de ella al relacionarla con el desenlace de la curva vital: “Lo que la juventud encontró, y debía encontrar afuera, el hombre de la tarde lo encuentra en el interior”.

Fuente:
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y   Quiet Revolution