Les dejo ésta muy buena noticia para todos los amantes de la danza, sobre todo de la danza moderna. El patrimonio de la Bailarina Martha Graham la que fue considerada la Madre de la Danza Moderna fue liberado. Janet Eilber, ex bailarina de Graham y actual directora de la compañía, había decidido ceder todo este material al Archivo Jerome Robbins, la potente división de danza de la Biblioteca Pública de Nueva York que, por fin, lograba consolidarse con este legado como la colección más importante del mundo sobre los orígenes de la danza contemporánea. Ahora con todo en suspensión por el coronavirus, que ha golpeado de manera muy especial a la ciudad de Nueva York, no se sabe cuándo quedará disponible para el público todo este material, que toca catalogar y en muchos casos restaurar.
No era fácil Martha Graham (Pittsburgh, 1894 – Nueva York, 1991). Pequeñita y malhumorada, siempre tuvo conciencia de su enorme dimensión de artista que cambió el estado de las cosas y en vida ya supo que contaba con el privilegio de ser considerada por el mundo la Madre de la Danza Moderna. Pero jamás actuó en consecuencia y se empeñó en promocionar la idea de que nunca había que mirar al pasado porque lo único que contaba era el ahora. “Mirar el pasado es como balancearte en una mecedora. Puede ser reconfortante pero no te permite avanzar. Y eso no es para mí”, había escrito en Blood Memory, su libro de memorias.
Por ser fiel a estos principios, que ella misma con frecuencia traicionó, el enorme legado permaneció preso en manos privadas después de su muerte. Primero, en las de Ron Protas, el administrador de todo su patrimonio, y luego de un litigio largo y complejo, en las del Graham Center pero para uso exclusivo de la Martha Graham Dance Company, la compañía de danza contemporánea más antigua de Estados Unidos, con 94 años de permanencia en los escenarios.
Un enorme reportaje de The New York Times desvelaba esta semana que Janet Eilber, ex bailarina de Graham y actual directora de la compañía, había decidido ceder todo este material al Archivo Jerome Robbins, la potente división de danza de la Biblioteca Pública de Nueva York que, por fin, lograba consolidarse con este legado como la colección más importante del mundo sobre los orígenes de la danza contemporánea. Se trata de cientos y cientos de documentos originales, películas, bocetos de trajes y escenografías, correspondencias, papeles y rarezas inéditas, totalmente desconocidas para el público y los numerosos investigadores de la obra de Graham, que incluye, entre otras joyas, registros de la famosa bailarina y coreógrafa interpretando Appalachian Springs (1944), uno de sus clásicos; un guión detallado que ella escribió al compositor William Schuman con las ideas que dieron forma a otra obra importante, Night Journey (1947, en la foto de Ken Brower & Deborah Orly, bajo estas líneas), instrucciones para su escenógrafo habitual, el escultor japonés Isamo Noguchi, o cartas personales que le escribió otra pionera de la danza americana, su amiga Agnés de Mille, respuestas que podrán ser cotejadas ahora con las cartas que ésta última recibió de Graham y que ya pertenecían al Archivo de la Biblioteca, ahora enriquecido con todo este material.
De no haber sido Martha Graham tan terca y celosa con sus materiales, el archivo ahora heredado por la biblioteca neoyorquina pudo haber sido mucho más rico. En 2012 el huracán Sandy, que en su paso por la ciudad de la manzana arrasó la sede de la Martha Graham Dance Company, sepultó bajo el agua una enorme cantidad de estos documentos, así como trajes y escenografías originales, salvándose, eso sí, el material audiovisual que se almacenaba en la segunda planta del edificio ubicado en el West Village. Desde aquel entonces, la idea de preservar en condiciones los archivos Graham aunque se traicionaran sus deseos, cobraba fuerza.
Un no por respuesta
La fundadora de la división de danza de la biblioteca, Genevieve Oswald, recuerda haber intentado convencer a Graham en no pocas oportunidades de la importancia de que una institución especializada en la conservación se encargara de preservar todo su legado, y siempre, entre risas, obtuvo un rotundo no por respuesta. “No quería que nadie supiera nada sobre ella”, rememora. Sin embargo, Janet Eilber admite al rotativo norteamericano que siempre hubo algo de pose. Asegura que en vida, la célebre coreógrafa tenía especial cuidado en conservar las películas de los años 50 que atesoraba, que se encargaba de transmitir muy en detalle cada rol a los nuevos bailarines de cara a la reposición y permanencia de sus obras y se aseguraba un registro de todo. “Lo que pasa es que la otra postura era mucho más teatral y provocativa”, se aventuró a suponer.
Con estas contradicciones se tejía la imagen pública de Martha Graham. Fue celosísima de su repertorio y casi nunca cedió sus obras a otras compañías pero no dudó en ofrecerle una enorme cantidad de títulos, incluidos clásicos de su amplio catálogo, a su amiga la Baronesa de Rostchild cuando fundó en Tel Aviv, en 1964, la Batsheva Dance Company. Elocuente y vehemente siempre fue. Y este empeño por no tener un archivo que registrara su legado parecía más bien un afán de falsa modestia.
Ahora con todo en suspensión por el coronavirus, que ha golpeado de manera muy especial a la ciudad de Nueva York, no se sabe cuándo quedará disponible para el público todo este material, que toca catalogar y en muchos casos restaurar, lo que implicaría, al menos, ocho meses de trabajo. «Para la división de danza realmente era la única brecha significativa que nos quedaba para contar al completo la historia de la danza moderna estadounidense», aseguró orgullosa al rotativo norteamericano Linda Murray, curadora de la relevante biblioteca.