A 75 años de su muerte más de cuatrocientas fotos, vestuarios, objetos y películas suyas se exhibirán, hasta el 24 de junio, en CaixaForum Barcelona. Es la retrospectiva más completa que se le dedica al primer ilusionista del cine.
Ni siquiera el no tajante de los Lumière abortó su máxima ilusión. El francés Georges Méliès (1861-1938), dibujante, mago, actor e hijo de un empresario zapatero, quería hacer películas plagadas de trucos y donde cada detalle hubiese sido pensado por él. A fines de 1895 ya disponía -en reemplazo del cinematógrafo que los hermanos no le quisieron vender- de su propia cámara, construida por un británico. Tenía 34 años y mientras preparaba su regreso, desde París a Londres, ya pensaba en las primeras películas trucadas que haría, como «La mansión del diablo» y «Desaparición de una dama en el Robert-Houdin». Y si una instantánea de esa época hoy lo muestra contento y con mirada esperanzada, una de sus últimas fotos sería el opuesto absoluto.
No se sabe si ese retrato del genio de la magia cinéfila existe. Pero no importa. Es fácil imaginar que en él la sonrisa de Méliès aparecería borrada. En 1912, a petición de la poderosa Pathé, rodó sus últimos filmes: tres monstruosos fracasos financieros, probablemente provocados por el triunfo del realismo poético de Feuillade o el nuevo ritmo que David W. Griffith imponía. Así, Méliès pasó su último tiempo en el Castillo de Orly, una casa para jubilados del cine. Sin su estudio de Montreuil, donde hizo más de quinientas películas entre 1896 y 1912, agobiado por deudas, y trabajando en un quiosco de la estación Montparnasse. Pero, además, sin rastros de su sueño cumplido -en un ataque de ira, cuando ya no pudo filmar, rompió todos sus negativos- y sin reconocimiento. Salvo por lo que hizo el periodista Léon Druhot, director de Ciné-Journal, quien lo reconoció atendiendo el negocio, y emprendió un ambicioso rescate: salvar algo del legado de Méliès, el primer ilusionista del cine y quien reinó en el mundo del trucaje por casi veinte años.
En gran parte por ese salvataje existe «George Méliès, la magia del cine», una exposición organizada por la Cinemateca Francesa, que se presentará en la CaixaForum de Barcelona hasta el 24 de junio. Después, viajará a Madrid. «Y es quizá la más importante retrospectiva sobre Méliès. Reúne sus obras originales. Pero también explora, por primera vez, las raíces culturales, estéticas y técnicas de su universo», dice Laurent Mannoni, director del Conservatorio de Técnicas de la cinemateca.
Él seleccionó las 418 piezas que se exhiben, entre fotografías, dibujos, manuscritos, grabados, maquetas, documentación y pósteres. «Tenemos la suerte -agrega Mannoni- de conservar la primera cámara y proyectores de Méliès. Seleccionar fue difícil. Nos guió la calidad gráfica de sus dibujos y su virtud educativa. Tratamos de explorar el universo de Méliès a través de objetos y películas increíblemente ricos en contenido. Por supuesto, hemos priorizado algunos títulos, como ‘Viaje a la Luna’ (1902)». El punto más alto de los años dorados que vivió el cineasta, y que se proyecta en la muestra junto a otros filmes restaurados y digitalizados.
Méliès entendía el cine como una obra total. Diseñaba los decorados y el vestuario, y escribía los guiones, pero asimismo actuaba, montaba y distribuía. Todo eso lo reafirma la exposición, con bocetos, trajes e ideas escritas de sus obras más populares. Según Mannoni: «Su maravilloso mundo nace de las técnicas e iconografía ilusionista de los siglos XVIII y XIX (fue alumno de Robert-Houdin, gran mago de su tiempo). Y está profundamente arraigado en el teatro mágico del siglo XIX. Su estilo continúa vigente. Está en los efectos especiales, de grandes directores, como Lucas, Spielberg y Scorsese. De hecho, él inventó trucos con tanto ingenio y complejidad que incluso hoy algunos de sus secretos técnicos son difíciles de romper». Y el mismo Méliès lo decía:
«Las películas tienen el poder de capturar los sueños».
Fuentes: El Mercurio por Daniela Silva Astorga