La expresión kaizen viene de las palabras japonesas ’kai’ y ‘zen’, que en conjunto significan la acción del cambio y el mejoramiento continuo, gradual y ordenado.
Todo partió cuando cayó en mis manos una revista inglesa llamada Womankind, una de esas publicaciones que una quisiera tener también por estos lados. Habla de filosofía en términos simples, busca incansablemente eso que llaman calidad de vida y a nivel de imágenes es una belleza. Ahí encontré un artículo acerca de la motivación que me hizo pensar seriamente en un proyecto que tengo botado y que ya se hace urgente terminar. Solo falta la motivación para simplemente hacerlo.
A fines del año pasado me gané un fondo público para escribir un libro. La idea me tenía totalmente fascinada. El plazo de entrega vence en unos meses y por alguna razón el asunto de sentarme a escribir no se me da. No encuentro el tiempo. En realidad, lo que no encuentro son las ganas, porque tiempo para hacer manualidades, una nueva pasión, aparece a cada rato.
Parte de mí siente que la actividad intelectual ha perdido atractivo en mi lista de preferencias. Así que el artículo en cuestión me atrapó. Un sicólogo y escritor llamado Robert Maurer contaba su experiencia en la terapia con mujeres. Según él, cada vez llegaban más mujeres a su consulta ahogadas en la vorágine diaria del trabajo, la casa, los hijos, la pareja. El especialista siempre sugería lo mismo: “Haga deporte. Levántese muy temprano, antes de que despierten sus hijos, y salga a correr. Eso le aportará energía y motivación”. Y la respuesta siempre era una mirada de odio que en realidad quería decir “con suerte me levanto para ir a trabajar”. Claro, las mujeres se sentían ofendidas ante tamaña sugerencia. Yo también me ofendería. “Por supuesto, doctor, lo haré. En vez de levantarme a las 6 a hacer los almuerzos de los niños, vestirlos, llevarlos a clases y luego irme a mi trabajo, comenzaré a las 4.45”. Flor de solución.
Así fue como el terapeuta, en busca de un método para ayudar a sus pacientes, se encontró con la palabra ‘kaizen’, que engloba una antigua filosofía japonesa que propone partir por mejoras minúsculas cada día. El doctor Maurer hizo la prueba con una paciente que tenía una máquina trotadora en su casa pero era incapaz de usarla cada día. No había tiempo, decía. Así que la sugerencia fue que, durante 30 días, simplemente se sentara sobre la máquina y se tomara allí su café de las mañanas. Todos los días. Cuando la meta fue cumplida pasó a la siguiente etapa: después del café había que correr sobre la máquina durante 2 minutos, por otros 30 días.
De esa forma el cerebro de la paciente iba creando un nuevo hábito. La expresión kaizen viene de las palabras japonesas ‘kai’ y ‘zen’, que en conjunto significan la acción del cambio y el mejoramiento continuo, gradual y ordenado. Además, todo proceso de cambio debe comenzar con una decisión y debe ser progresivo, sin marcha atrás. Y debe ser por goteo, porque enfocarnos en un objetivo muy grande nos abruma tanto que nos impide actuar.
El método, además de llamarnos a la rigurosidad y al compromiso, tiene un ala artística: sugiere mantener un libro de recuerdos con cosas lindas que uno vaya encontrando: servilletas, folletos, flores; tomar muchas fotos de las cosas que sobresalen por su diseño; estimular el lado derecho del cerebro mediante el aprendizaje de un instrumento musical y dar paseos en soledad. El mensaje, básicamente, es: aprenda a estar entretenido y apasionado con usted mismo.
Mañana parte mi propio desafío kaizen, que en su primera etapa durará un mes: escribir un párrafo diario. Ya veremos.
fuente: Revista Mujer