Cultivar la gratitud por todo lo bueno que pasa en la vida es un regalo no solo para el alma: nutre la autoestima, potencia las ganas de hacer cosas y cumplir metas, mantiene el cuerpo sano y a las enfermedades a raya. Estas fiestas pueden ser una oportunidad propicia para comenzar a practicarla.
Pasearse por Patronato, Meiggs o el centro de Santiago bajo 30 grados de calor para estirar el presupuesto de regalos. Gastar los zapatos recorriendo un mall de punta a cabo para encontrar el Furby agotado. Estrujarse el cerebro pensando en un regalo creativo para el amigo secreto, y terminar comprando el de siempre. Los días previos a la Navidad son una vorágine que no solo agota, sino también agobia. Y todo para que después más de alguno abra su regalo y deslice un gracias forzado, desganado o cínico.
«Malagradecido», será la primera palabra que se vendrá a la mente. «Me merezco al menos un agradecimiento sincero por todo el esfuerzo», podría ser el pensamiento siguiente. «Una muestra de gratitud, como mínimo», pensará alguien.
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«Para la Psicología Positiva, la gratitud es la emoción que experimentamos cuando tomamos conciencia de haber recibido algo valioso y positivo en forma gratuita, y sin que exista ninguna razón especial para ser merecedores de aquello», explica el psicólogo Claudio Ibáñez, director ejecutivo del Instituto Chileno de Psicología Positiva.
Es también una actitud, dice Gonzalo Brito Pons, psicólogo clínico y miembro de la Red Mindfulness (Conciencia plena, http://www.redmindfulness.org), «porque si ese estado emocional, esa emoción, que es fugaz, se entrena, se puede desarrollar como una actitud, que esté más disponible dentro del repertorio de actitudes que manejamos frente a la vida».
¿Por qué desarrollarla? Porque estudios diversos, como los del psicólogo estadounidense Robert Emmons, director del Laboratorio de Psicología de la Universidad de California, en Davis, muestran que la gratitud ayuda al bienestar de las personas. «Las investigaciones han establecido que quienes practican y ejercitan la gratitud, comparados con los de grupos control, reportan menores síntomas físicos de enfermedad, se sienten mejor con sus vidas, son más optimistas, más alertas y entusiastas, poseen un sueño de mejor calidad, son más tenaces, logran metas y exhiben comportamientos más prosociales», enumera Claudio Ibáñez.
Además, añade el psicólogo, la gratitud hace que disminuyan en las personas las emociones negativas, como la rabia, la frustración, la amargura, la avaricia y el rencor, «porque induce a prestar atención a lo que se tiene y se ha recibido, en vez de mantener la mirada en lo que falta o en lo que tienen los demás».
Una ayuda que no viene mal, considerando que la vida actual y estas semanas en particular no fomentan mucho a poner en práctica esta actitud. Maximiliano Figueroa dice que la sociedad de consumo hace difícil la gratitud como disposición frente a la vida. «Los consumidores compran, consumen, y desechan para volver a comprar, consumir y desechar. Están pendientes de lo que les falta. Porque la sociedad de consumo, al promover y excitar los deseos y necesidades, promueve la idea de carencia», reflexiona.
La gratitud choca con esto. «Las personas que cultivan la gratitud, cultivan un sentido de abundancia, salen de la mentalidad de carencia y entran a una de abundancia, porque agradecen lo que hay en vez de pensar en lo que no tienen», dice Gonzalo Brito.
Para practicarla en Nochebuena
El psicólogo Claudio Ibáñez sugiere tres actividades para ejercitar la gratitud. Él hizo una adaptación para realizarlas durante la Nochebuena, ya sea solo, en familia o con quienes se comparta en ese momento. «Para que resulten bien, estas actividades no se deben improvisar y requieren trabajarse y prepararse durante los días previos», recomienda Ibáñez.
1 Escribirla
Es más fácil identificar aquello que no va bien en la vida que las muchas cosas que sí resultan. Esa es una distorsión cognitiva llamada «sesgo negativo», el que, afortunadamente, se puede evitar. Para eso, se sugiere revisar este año y reflexionar para poder identificar lo positivo que ha ocurrido y por lo que estar agradecido. Como mucho de eso se da por sentado, la idea es escribir en un papel aquello que ha sido parte del año y que si dejara de estar, probablemente se lamentaría mucho. Luego, se puede agradecer por haberlo tenido cerca, porque continúe en su vida, porque sin eso, nada sería igual. Se puede hacer un primer intento de lista, revisarla y completarla los días siguientes.
2 Ejercitarla
La gratitud aumenta la resiliencia y eso significa que facilita la recuperación emocional frente a los golpes de la vida. También contribuye a reinterpretar las tragedias y las experiencias negativas de la vida. No se trata de dar gracias por eso, sino de mirar aquello positivo que persiste después y a pesar de las tragedias, porque eso ayuda a encapsular y quitarles dramatismo a las adversidades y sus efectos. Si es el caso, la gratitud se puede practicar mirando lo que quedó en pie después de la pérdida, tragedia o enfermedad. Se puede reflexionar acerca de lo ocurrido, identificar lo positivo que permanece y dar gracias por eso.
3 Expresarla
Esta actividad consiste en expresar directamente, en forma verbal o por escrito, la gratitud a una persona significativa, a quien, probablemente, no le hemos dicho lo valiosa que es para nosotros. Se puede escribir un testimonio que detalle qué y por qué está agradecido de ella, qué significa para usted, qué cosas de ella le resultan valiosas y positivas y por las cuales experimenta gratitud hacia ella. «Sorprenda con este potente regalo a esas personas la noche de Navidad. Léale el testimonio mirándola a los ojos y al término de la lectura abrácela con afecto y gratitud», concluye Claudio Ibáñez.
Fuente editada de: El Mercurio
imagen de: Penny LeGate