Identifican a uno de los principales culpables de la muerte de las abejas

Una familia de pesticidas utilizada ampliamente en la agricultura atacaría directamente el sistema nervioso de estos insectos. Ello reduciría las expectativas de vida tanto de las abejas como de sus colonias.  

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Desde hace un par de décadas que las abejas del mundo están muriendo sin una razón aparente. De a poco, los científicos han comenzado a descartar y proponer causas, pero aún no han logrado consenso ni solución. Tal vez eso podría terminar pronto.

En la última edición de la revista Science, dos trabajos independientes llegaron a la misma conclusión: el gran verdugo de las abejas serían algunos pesticidas ampliamente utilizados en agricultura. Se trata de los neonicotinoides, una familia de insecticidas que protegen a las semillas de los hongos y otras pestes, pero que permanecen en el ambiente mucho después de hacer su trabajo.

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Antiguo sospechoso

Hace tiempo que se tenían estos compuestos en la mira, pero hasta ahora no se habían realizado estudios lo suficientemente extensos para poder declararlos culpables.

El primer trabajo liderado por biólogos de la Universidad de York, en Canadá, estudió a nueve colonias de abejas, cinco de ellas cercanas a campos de maíz y soya en los que se habían utilizado estos pesticidas. Los científicos no solo descubrieron que las abejas expuestas morían antes, sino que también la salud de la colmena completa se veía disminuida.

Además, el grupo descubrió que el polen recolectado por esas abejas no siempre venía del maíz o la soya, sino también de otras especies. «Esto demuestra que los neonicotinoides -que son solubles en agua- se reparten desde los campos agrícolas hacia los ambientes cercanos. Ahí son absorbidos por plantas que suelen ser muy atractivas para las abejas», dice Nadia Tsvetkov, investigadora integrante del equipo.

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Para contrarrestar estos hallazgos, los científicos además expusieron a las abejas a polen artificial infectado con pesticidas. El resultado fue el mismo: la expectativa de vida de los insectos se redujo en 23%.

Es primera vez que lo comprobado en el laboratorio con los neonicotinoides también se confirma en el medio natural, dice Cristian Villagra, profesor del Instituto de Entomología de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. «Pero esto puede ser aún más complejo. Hay otros factores que no fueron analizados y que, incluso, podrían aumentar el efecto nocivo sobre las abejas», dice.

Esa variabilidad es parte de lo que investigó el segundo estudio. Con trabajos de campo en el Reino Unido, Alemania y Hungría, el equipo descubrió que no todas las colmenas se ven afectadas por igual.

Aunque desde 2013 existe una moratoria, tanto en Europa como en Canadá, que prohíbe el uso de este tipo de pesticidas, estos aún siguen afectando a las abejas. Es lo que determinó el estudio: mientras que en Alemania casi no se observaron consecuencias en las abejas a causa de los residuos de neonicotinoides que aún permanecen en el ambiente, tanto en el Reino Unido como en Hungría las colmenas no lograron resistir el invierno adecuadamente. Por ejemplo, en Hungría la nueva población se redujo en 24%.

La diversidad de flores que tienen a disposición las abejas en Alemania sería una de las causas del porqué en el país germano estas son inmunes al efecto de esos pesticidas, agrega Ben Woodcock, investigador del Centro de Ecología e Hidrología, en el Reino Unido. Más estudios son necesarios para confirmar esta hipótesis.

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En el caso de Chile, prácticamente no hay regulación frente al uso de los neonicotinoides, explica Cristian Villagra. «Estas investigaciones confirman que es un problema grave, pero localmente no tenemos estudios para dimensionar el nivel de daño que se está causando», asegura.

La zona central de Chile es un centro de biodiversidad de abejas, por lo que especies únicas podrían estar en peligro de extinción, advierte. Suspender el uso de neonicotinoides podría ser el primer paso, pero se tendrán que buscar formas de recuperar los residuos del pesticida, ya que estos pueden perdurar años en el medio ambiente.

Fuente: emol