La fotógrafa chilena Fernanda Larraín trabajó por tres años, cual alquimista, en las imágenes que integran la muestra JARDÍN NEGRO. Ambrotipos, que se presenta en el Centro Cultural Las Condes, entre el 31 de julio y 30 de agosto.
Se trata de una serie de fotografías de paisajes realizadas con la antigua técnica del colodión húmedo en vidrio o metal, que data de 1851. Es la única mujer en Chile que practica este método, que desplazó al daguerrotipo y que permite retomar lo artesanal de la fotografía.
Fernanda Larraín lleva 15 años trabajando en sus creaciones en paralelo a su labor de asistente, profesora y laboratorista en el Taller de Luis Poirot y hace casi una década conoció esta antigua técnica. La tarea no es fácil. La fotógrafa debe cargar con 15 kilos de cámara y un laboratorio portátil, para lograr las imágenes de paisajes.
Ella mira e interroga la naturaleza. Según Poirot, “dialoga con ella con un soporte fotográfico olvidado, un vidrio que deja de ser transparente y cambia a un espejo con memoria, nos devuelve la luz transformada en imagen frágil y única. En un lento caminar, condicionado por el peso y volumen de cámara, químicos y equipo, su mirada se adentra en las zonas oscuras de la naturaleza, rescatando lo que se ignora, aún lleno de poderosas resonancias”.
Y agrega que el acento es la sombra, al límite de caer en el pozo negro. “Es una labor con el tiempo cómplice de la imagen, no en competencia con él. Toda fotografía es también un misterio a desentrañar y un autorretrato oculto, cercana al lenguaje poético, en el que mientras menos muestras, más profundo es su contenido. Debemos ser capaces de ir más allá de los árboles y de su representación, es lo que nos proponen los fotógrafos autores de un lenguaje, en permanente contradicción enriquecedora entre lo llamado realidad y la mirada interior”.
La expositora propone entonces un viaje por las habitaciones de la casa en que vivimos, “un paseo por su jardín oscuro y luminoso, quizá como nuestras vidas”.
Aunque criada en la ciudad, Fernanda Larraín reconoce una cercanía con el campo desde pequeña. “Crecí junto con muchos de los árboles que ahora he fotografiado. Me identifico con ese árbol, esa planta que crece, que cambia con cada estación. Estas imágenes son la naturaleza que me rodea a diario, desde el pequeño antejardín de mi taller, al campo de mi familia”.
A ella le gusta trabajar sola. “La artesanía, la lentitud con la que debo aproximarme a los sujetos y al proceso mismo. La fotografía es el canal que me permite comunicarme conmigo y con aquello que me rodea”.