La curiosa historia de la “pandemia de baile” que azotó a Europa después de la Peste Negra

Historias geniales que vuelven a salir a la luz producto de ésta época de Pandemia,  miren éste artículo que encontré sobre la «Pandemia del Baile» 

Nadie sabe mucho porque bailaban y como se provocó ésta pandemia, una teoría es que  bailar era tanto un enfermedad, como una cura, aquí le dejó algunas de éstas historias. 

De Alemania a Suiza e Italia. Luego de grandes crisis económicas o enfermedades, entre los siglos XI y XVI, en diferentes regiones del viejo continente cientos o miles de personas se lanzaron a las calles para bailar de manera frenética. Un repaso por los relatos de época, las causas y cómo influenció al arte, la literatura y al cine.

«Una secta extraña, formada por mujeres y hombres de varias partes de Alemania que llegó a Aachen (Aquisgrán) y de ahí siguió hasta Hennegau y a Francia. Su estado era el siguiente. Tanto hombres como mujeres habían sido tan ultrajados por el diablo que bailaban en sus casas, en las iglesias y en las calles, tomados de la mano y saltando en el aire”.

Así describió fray Pedro de Herental a ese grupo de personas que danzaba maniaticamente por todos lados. Era el año 1374, apenas unas décadas después de que la Peste Negra había alcanzado su pico de exterminio: Europa había sido arrasada. No existen cifras oficiales, pero se calcula que la Peste, que alcanzó su máximo de fatalidades entre 1347 y 1353, mató entre el 30 % y el 60 % de la población, un total de 25 millones de personas, a las que se le suman entre 40 y 60 millones en África y Asia.

Las crónicas de entonces -de alrededor de una docena de autores del medioevo- comparten experiencias afines en distintos puntos del mapa: miles de personas bailaron en agonía durante días o semanas, mientras le imploraban a sacerdotes y monjes para que salvasen sus almas. La pandemia del baile, también llamada coreomanía, atacaba de nuevo.

Esta no fue la primera vez (ni la última) que este mal hacia estragos entre los europeos. Desde el siglo XI, ya existían antecedentes documentados sobre este comportamiento contagioso, que comenzaba con una persona y, como si fuera un flashmob contemporáneo, se le iban sumando más y más individuos hasta convertir la escena en algo caótico, incontrolable.

El primer incidente de coreomanía se produjo en la víspera de Navidad en 1021, cuando menos de 20 personas comenzaron a bailar frente a la iglesia de Kölbigk, Alemania. Cuenta un cronista de época, que el sacerdote los maldijo a bailar por un año entero por no respetar la misa y que así sucedió. En el día anterior a Navidad del ‘22 se detuvieron y cayeron al piso, algunos durmieron por semanas, otros jamás despertaron. El poeta Manuel des Pechiez, en un texto de 1260, recoge esta experiencia.

Luego, sucedió en 1247, ahora en Erfurt, también Alemania. Un gran grupo de niños viajó hasta Arnstadt bailando durante todo el camino y, según algunas fuentes, esta experiencia dio origen a la leyenda del flautista de Hamelin. En Erfurt, unas décadas después, la pandemia llegó a tal punto que alrededor de 200 personas terminaron bailando en el puente de ingreso al pueblo hasta que éste se derrumbó, por lo que todos murieron ahogados en el río Maastricht.

Si bien los eventos de Kölbigk, Erfurt y Maastricht parecen invenciones de época, relatos fantásticos de una sociedad profundamente ignorante, no se puede decir los mismo de los brotes de 1374 y 1518, por ejemplo, donde la documentación es vastísima, y van desde crónicas de puntos alejados hasta órdenes municipales, sermones y vívidas descripciones, como las escritas por el médico renacentista Paracelso, responsable del término coreomaníachoros (baile) y manía (locura).

 

Surmatantes de la Iglesia de San Nicolás, Tallin, finales del siglo XV. Hoy en el Museo de Arte de Estonia

En el caso de 1518 en Estrasburgo, incluso, se conoce hasta la responsable que inició todo: la señorita Troffea, quien comenzó a bailar en la calle y a los cuatro días poseía 33 acompañante. Un mes luego ya eran 400 bailarines, muchos de los cuales sufrieron ataques al corazón y murieron en medio de la danza.

En resumen, el cuadro epidemiológico -concluye- es sorprendentemente consistente con una forma de contagio cultural. Solo donde había una creencia preexistente sobre una maldición de baile, la angustia psicológica se podía convertir en la forma de una danza frenética.

Otro punto que solventa esta teoría es que entonces bailar era tanto la enfermedad, como la cura. En 1518, por ejemplo, las autoridades contrataron bailarines e incluso músicos para que las personas se mantuvieran en movimiento. Por supuesto, eso solo habría empeorado la curva de contagio psíquico.

Con respecto al baile como cura, uno de los ejemplos más notables es el de la tarantella. Este baile, surgido en Italia en el siglo XIII, tenía la capacidad de ser el único antídoto conocido ante la picadura de una tarántula o un escorpión, ya que se creía que permitía separar el veneno de la sangre.

Por supuesto, resulta imposible comprobar su efectividad, si aquellos a los que les funcionaba realmente habían sido picados o el hecho de ver bailar a alguien despertaba sus temores y a la faena se lanzaban. Un estudio del fenómeno de 1959 realizado por Ernesto de Martino, profesor de historia religiosa, reveló que la mayoría de los casos se producían en personas que creían que estaban infectados debido a que habían tenido contacto con alguien que sí había sido picado en algún momento de su vida.

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