Hoy se sabe que se llaman por sus nombres, son conscientes de la vida y de la muerte, se reconocen en el espejo y tienen su propia cultura, transmitida por generaciones.
Llamar a los familiares o amigos por su nombre no es exclusivo de la especie humana. La familia de los cetáceos, especialmente los delfines nariz de botella, también lo hacen y cotidianamente.
Pero no solo eso, también se comprobó que son capaces de responder si se les llama por ese nombre, según publicó ayer un grupo de científicos de la U. de St. Andrews, en Escocia, en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Los investigadores aseguran que es la primera vez que se ha podido constatar algo así en un animal y que el responder supone la misma actitud de los humanos, que cuando oyen su nombre, contestan.
«Estos animales viven en un entorno en el que necesitan un sistema muy eficaz para mantenerse en contacto», declaró Vincent Janik, de la Unidad de Investigación de Mamíferos Marinos de la universidad escocesa.
Estudios anteriores ya habían descrito que cada delfín tiene su propio silbido característico para poder comunicarse con el resto y avisar que está presente. En febrero, el grupo escocés también descubrió que estos animales imitan el silbido particular de otro de su especie para llamarse cuando se han separado.
Los delfines, junto a los primates y los elefantes, tienen una inteligencia muy superior al resto de los animales.
La fascinación por investigarlos se debe a que su comportamiento da evidencias de cómo se inició el lenguaje humano.
«Si sabemos cómo evolucionaron y cómo reaccionan a los cambios de su entorno, podremos tener evidencia certera de cuando el ecosistema funciona bien o mal», dice Bárbara Galletti, del Centro de Conservación Cetácea.
La familia de los cetáceos, en particular los delfines nariz de botella y las orcas, han demostrado tener complejas estructuras sociales y tradiciones culturales que se transmiten de generación en generación.
«Esto se evidencia en las orcas, por ejemplo, que tienen distintas estrategias para cazar lobos marinos en diferentes lugares del mundo, y que fueron enseñadas por sus madres», explica Francisco Viddi, coordinador del programa de Conservación Marina de WWF Chile.
Incluso son capaces de manejar herramientas y manipularlas para su beneficio: utilizan esponjas de mar y conchas para escarbar el fondo marino y buscar alimento. Las algas las usan como juguetes.
Esta especie de bagaje cultural se demuestra en sus avanzados sistemas de comunicación. «Su lenguaje, sus cantos y sus silbidos demuestran que tienen relaciones culturales entre distintos clanes, transmitiendo una enseñanza cultural que ni siquiera dimensionamos», cuenta Galletti.
Los cetáceos son matriarcados, es decir, la abuela o madre dirige el clan. Cuando un macho joven está en edad para reproducirse deja el grupo para buscar pareja, también conforman alianzas o lazos muy fuertes con otros machos que les permiten defenderse de grupos rivales o de otras especies.
En enero de este año, científicos coreanos observaron cómo varios delfines ayudaban a un compañero herido a tratar de recuperarse y nadar, lo que demostró un comportamiento altruista entre ellos. También han demostrado que son capaces de dar la vida por el grupo familiar. Los masivos varamientos de los delfines calderones al sur de Chile son ejemplo de ello. Cuando la líder se pierde o enferma y recala en la orilla, el resto trata de salir del agua para rescatarla.
Pero no solo auxilian a los de su propia especie. «Han rescatado a personas de ataques de tiburones», señala Galletti.
Los rituales fúnebres, que han sido captados por los científicos, es otra evidencia de su capacidad emocional. En sus «funerales» cargan al fallecido mientras el resto del grupo familiar rodea el cortejo.
Esta conciencia de la muerte y de la propia existencia es otra característica que comparten con el hombre. «Reconocen su reflejo en el espejo, algo que solo se había logrado con primates», cuenta Viddi, doctor en Ciencias Ambientales y Ecología Marina.
Chileno en peligro
El delfín chileno es la única especie endémica de cetáceo que habita en las costas del país. Está bajo amenaza y se hacen esfuerzos por lograr áreas protegidas para asegurar que no lleguen a estar en peligro de extinción.
Aprovecho de mostrarles este increíble vídeo que vi hace un tiempo. Bañistas salvan a 30 delfines en una playa de Río de Janeiro. Al parecer una fuerte corriente oceánica empujo a los delfines hasta la orilla en la playa Arraial do Cabo. Al principio los turistas observan a los animales, sin saber bien que hacer, hasta que los guardacostas comenzaron a devolver a los delfines al mar.
Parte del articulo por Camila Sandoval C. para diario El Mercurio