María Pagés, poeta de la danza, bailó su Autorretrato en Santiago

Para que un artista se exprese a través de un autorretrato necesita hacer un ejercicio de análisis profundo sobre su obra y sobretodo sobre sí mismo. A través de estos parámetros la bailaora y coreógrafa María Pagés se presentó en el  Teatro Municipal con un espectáculo que revisa en cada coreografía la trayectoria vital  y artística de esta bailaora del Barrio de Triana en Sevilla. Un regalo de esta poeta de la danza titulado Autorretrato.

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En un escenario sobrio, casi carente de escenografía, el juego de las luces se hace primordial para aportar ambiente a cada una de las coreografías, y hace resaltar desde cualquiera de sus ángulos tanto los movimientos de los bailarines, como su expresión, e incluso el maravilloso y colorido  vestuario, diseñado por la coreógrafa para reflejar lo que se baila y darle un mayor soporte.

La pieza clave de esta función es la protagonizada por María Pagés y un espejo. Despejada de todo artificio, con un sencillo vestido negro, se enfrenta al espejo como a si misma, siente la necesidad de mostrarnos cómo se observa a través del movimiento y el espejo la acompaña, en un acto de total generosidad  se expone a su persona y nos lo hace llegar desde una intimidad reflexiva.

El espectáculo nos sorprende también con una elegante pieza encuadrada en unos grandes marcos dorados, simulando ser cuadros con la imagen congelada, en donde el movimiento sigue el compás de un tema de la banda sonora de la película In The Mood For Love, exquisita elección homenaje a su exitosa trayectoria por el continente asiático.

La música juega un papel primordial en este Autorretrato, tanto la música que  tocan en directo los músicos flamencos, como la música incidental, y la música percutiva del zapateo; sonidos limpios y expresivos que se enredan con los movimientos acaracolados de brazos y manos, y llenan el escenario. Un curioso momento de la función es cuando la bailaora canturrea Las nanas de la cebolla del poeta español Miguel Hernández, que en su momento musicó Serrat , símil quizás de otro momento vital de la coreógrafa.

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Si bien tratándose de un autorretrato el protagonismo recae en su creadora, no podemos dejar pasar por alto al resto de intérpretes que forman el grupo flamenco que acompaña el espectáculo; nivel superior de bailarines talentosísimos que ejecutan de manera pareja cada palo del flamenco, y que a su vez cobran protagonismo individual sin opacar a la gran María Pagés.

Termina la función con la generosidad de una artista que en su madurez artística y vital, se expone sin tapujos al público de Santiago, se conecta con él, les habla, nombra a Neruda, Parra y Mistral, y a pesar de haberse prendido las luces y dar por finalizado el espectáculo, ella continúa bailando en el escenario con su mantón de Manila color oro, no quiere dejar de vibrar, no queremos dejar de mirarla.

Gracias María Pagés, poeta de la danza,  no dejes de hacernos emocionar a este lado del océano.

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Critica: María Jesús Ossa
Escrito y Redactado por: Cristina Pascual