Mírame a los Ojos

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«Más que un triunfo de la técnica, esto es un triunfo de la esperanza humana. Y sin esperanza humana, no hay futuro. Y siento que después de la publicación del libro «Mírame a los ojos» de Alberto Vega, la pequeñez, la estupidez, la violencia y vulgaridad diarias vuelven a la dimensión que les corresponde…»

Nature Eye

Alberto Vega, un actor chileno que quedó confinado en silla de ruedas, prisionero en su propio cuerpo después de un accidente en bicicleta hace unos años, recorre su propia vida y su duro presente con lucidez y sin autocompasión, en un libro escrito con los ojos.

¡Un libro escrito con los ojos! Vuelvo a leer la noticia con total incredulidad. Lo vuelvo a repetir para aquilatar lo que hay detrás de esas palabras. Para dimensionar este milagro, esta odisea humana. Alberto Vega reescribe no solo su propia historia en este libro, sino la de todos nosotros. Porque, ¿podemos seguir escribiendo, publicando, comunicándonos con otros de la misma manera después de leer un libro escrito con los ojos?

Ayudado por un dispositivo tecnológico que interpreta lo que dictan sus movimientos oculares, Vega logró franquear el silencio y aislamiento totales a los que parecía condenado. Cuando uno ve tanto dispositivo o medio virtual puesto a disposición de tanta estupidez o banalidad o degradación humanas, no puede dejar de celebrar cuando la tecnología se pone al servicio de lo heroico y del milagro humano.

Pero esto es más que un triunfo de la técnica, esto es un triunfo de la esperanza humana. Y sin esperanza humana, no hay futuro. Y siento que después de la publicación del libro «Mírame a los ojos» de Alberto Vega, la pequeñez, la estupidez, la violencia y vulgaridad diarias vuelven a la dimensión que les corresponde, son nada ante este gesto épico, comparable a la ascensión al Everest o la llegada del hombre a la Luna. Pero esta hazaña es más heroica, porque la realizó un hombre en la más absoluta soledad de su condición física inhabilitante. Ese hombre, que tenía todo el derecho a hundirse en la desesperación, encendió una antorcha que estoy seguro empezará a iluminar los días que vienen.

Porque todo lo que se publica y se reproduce hoy con tanta amplificación y alcance pareciera invitarnos a decepcionarnos de la especie humana. Tanto ruido y tanta furia para tanto vacío. Pero Alberto Vega nos mira a los ojos, y con sus ojos (y un código de comunicación nuevo) dicta sus memorias, sus reflexiones, envía un mensaje al mundo que dice mucho más que todos los discursos políticos, las prédicas, las reflexiones intelectuales en boga.

Dorothea-Lange,-Korean-Chil[1]

A mí me estremece ese gesto esencial, absoluto. Me desarma. Desarticula todo mi pesimismo y hace humo mis quejas. Me invita a empezar de nuevo, a buscar palabras que no sean adorno, retórica, me obliga a ajustarme hacia lo esencial. A un minimalismo exigente, en un tiempo repleto de mensajes que no dicen nada fundamental o necesario, de palabras que no miran a los ojos.

Porque lo que acaba de hacer Alberto Vega es hacer una revolución desde la mirada. Los trovadores medievales, y después de ellos Dante, fundaron el amor desde el visum (la mirada). Vega es el trovador de un nuevo visum, pero del coraje. El coraje de volver a nacer, de enfrentarse a su propia desgracia (sin lamentos innecesarios), convirtiéndola en gracia, en don. Porque Alberto Vega se ha donado, se ha entregado con cuerpo y alma desde sus ojos. Si él, sin voz, sin manos, ha escrito este libro, nosotros tenemos entonces la vara muy alta. Deberíamos preguntarnos para qué tenemos voz, salud, motricidad: si es para hacer grandes cosas, para dar un primer gran paso, o para calentar nuestros cómodos asientos, para marcar el paso.

«Mírame a los ojos», interpela Alberto Vega. Para él, la mirada del otro es el comienzo de la sobrevivencia. Para nosotros, su interpelación puede ser una vida nueva. Alguien ha dado el primer paso para el nacimiento de ese mundo nuevo que tanto hemos anhelado. ¿No son acaso los gestos radicales y puros como este los que mueven montañas? Ahora tenemos que derrotar nuestras invalideces interiores (peores que las físicas) y seguirlo. Es hora de seguir a este hombre que ha escrito con los ojos. Seguirlo hasta donde nos lleve. Y tan lejos que no podamos creer que sea cierto.

 

Por Cristián Warnken
Imagen 2 de Fotógrafa Dorothea Lange