Palitroques, chilenos y de madera torneada. Algunos de comienzos del siglo XX, otros más nuevos; pintados de payaso, soldado, caballero, marinero, maestro de ceremonias o mimo conforman esta colorida colección reunida por Martita Tapia Osorio
Fue en La Serena, en la tienda de antigüedades La Belle Époque, ubicada entonces a un costado de la catedral, donde Martita Tapia encontró las dos piezas con que iniciaría este conjunto. «Apenas las divisé, entremedio de cientos de cosas, se me vinieron a la memoria gratos recuerdos de infancia, en especial de esas tardes en Valparaíso cuando los cuatros hermanos pasábamos horas jugando palitroques en un largo corredor de la casa», cuenta hoy en su departamento en un antiguo edificio de tres pisos en el centro de Viña del Mar.
En un primer momento pensó dárselas de regalo a su marido, pero él mismo le aconsejó abandonar la idea y usarlas como punto de partida de una nueva colección. «Siempre, desde niña, me ha gustado juntar cosas. Primero fueron papelitos de caramelos, mosaicos… y ya de adulta, miniaturas y piezas de loza de las firmas chilenas Fanaloza y Valdivia, entre otras cosas», comenta Martita, licenciada en Arte de la Universidad de La Serena y dedicada desde hace un par de años a la venta de antigüedades, con un puesto en la feria que se instala los fines de semana en el sector de Las Salinas (Av. Jorge Montt con 18 Norte). Desde entonces ha ido contagiando con su entusiasmo no solo a su familia, que siempre está atenta a encontrarle piezas, sino también a los busquillas del puerto o «caseros», como ella les dice, que la llaman apenas ubican algo que le pueda interesar. «Donde voy, pregunto si hay una feria de cachureos y para allá parto. Aquí en Viña hay una los jueves en Gómez Carreño, y los sábados y domingos, en la Av. Argentina en Valparaíso. Y es tanta la fascinación y la ansiedad cada vez que hallo un palitroque en estos lugares, que tengo que contenerme para no demostrar tanto interés y poder negociar bien. Incluso, muchas veces me he visto obligada a comprar juegos completos o pagar el doble o triple del valor para que me vendan una pieza de un set», dice.
Su interés se centra solo en los de madera y chilenos, ojalá con marcas que no solo denoten el paso del tiempo sino el alto uso que han tenido. «Me encanta que sean piezas bien jugadas», dice Martita. Pero también en esta colección, que ya suma alrededor de 140 unidades distintas y que es exhibida muy ordenadamente en repisas de vidrio en el hall de entrada de su departamento, incluye palitroques hechos por jugueteros artesanos contemporáneos. «Me gusta rescatar el oficio, motivarlos con mi colección a continuar creando con
el torno».