“La época que viene no sólo será una época de gran cooperación, sino que también será la época de la Mujer. Ésta época está designada como la época de Maitreya, la época de la Gran Compasión y la época de la Madre del Mundo. La Época de Maitreya es la época de la mujer. La gran época de la Mujer está llegando.”
La gran época que se aproxima está íntimamente conectada con la creciente influencia de la mujer. Como en los mejores días de la humanidad, la futura época ofrecerá a la mujer su legítimo lugar al lado de su eterno colaborador de viaje y compañero, el hombre.
En los días difíciles de los cataclismos en la Tierra, de desunión humana, de abandono de los elevados principios del Ser, que son los únicos verdaderos dadores de vida y que lideran la evolución del mundo, debe haber una voz clamando por la resurrección del espíritu y por el regreso del fuego de la realización en todas las acciones de la vida. Y por supuesto, esta voz debe ser la voz de la mujer, quien durante milenios ha bebido el cáliz del sufrimiento y la humillación y ha forjado su espíritu en la más grande paciencia.
Todas las miserias presentes y las que se acercan, así como los cataclismos cósmicos son el resultado, en gran medida, de la subyugación y humillación de la mujer. La declinación terrible de la moralidad, las enfermedades y degeneraciones de ciertas naciones son también el resultado de la esclavizante dependencia de la mujer. A la mujer se la ha despojado del más grande privilegio que tiene el ser humano—la participación completa en el pensamiento creativo y el trabajo constructivo. Se la despoja no solamente de iguales derechos sino que, en muchos países, se la despoja también de una educación igual a la del hombre. No se le permite expresar completamente sus habilidades en la construcción de la vida social y del gobierno, para lo cual ella es un miembro por Derecho Cósmico. Una mujer esclavizada sólo puede darle al mundo esclavos.
Hacia una nueva sociedad
¿Sería posible que hoy existieran el terror y el crimen si ambos sexos hubieran estado balanceados? En las manos de la mujer yace la salvación de la humanidad y de nuestro planeta. La mujer debe darse cuenta de su importancia, de la gran misión de la Madre del Mundo; ella debería prepararse para tomar la responsabilidad de manejar el destino de la humanidad. La Madre, la que da la vida, tiene todo el derecho para dirigir el destino de sus hijos. La voz de la mujer, de la madre, debería ser escuchada por los líderes de la humanidad. La madre inspira los primeros pensamientos conscientes de su hijo. Ella dirige y determina la calidad de todas sus aspiraciones y habilidades. Pero la madre que no posee pensamientos de cultura sólo puede inspirar bajas expresiones de la naturaleza humana.
La mujer que se esfuerza hacia el conocimiento y la belleza, que comprende su elevada responsabilidad, elevará con agrado todo el nivel de vida.
Yo creo que la mujer debería ser incluso más educada y obtener más cultura que el hombre, ya que efectivamente, es ella la que inculca en su familia los primeros conceptos del conocimiento, de la cultura y de la comprensión de lo que es tener la calidad de un estadista.
La verdadera cultura del pensamiento es desarrollada por la cultura del corazón y del espíritu.
La mujer fue escogida para unir a los dos mundos, el visible y el invisible. La mujer posee el poder de la energía sagrada de la vida. La era que se acerca trae el conocimiento de esta energía omnipresente que se manifiesta en todas las obras inmortales creadas por la genialidad humana.
Verdadero feminismo
La mujer occidental esta despierta y se da cuenta de su poder. Su contribución a la cultura ya es evidente. Sin embargo, la mayoría de las mujeres occidentales—como todos los principiantes—empieza imitando, cuando es en la originalidad de auto expresión donde se encuentra la verdadera belleza y armonía. ¿Quisiéramos nosotros ver la pérdida de la belleza de la masculinidad? Lo mismo es verdad sobre un hombre que posee el sentido de la belleza. Ciertamente él no desea que las mujeres imiten sus hábitos y compita con sus vicios. La imitación siempre empieza con lo más fácil.
La luz de la mujer
Ahora, dejemos que la mujer, la Madre del Mundo diga, “Que se haga la Luz,” Y que ella afirme las realizaciones ardientes. ¿Cómo será esta Luz, y cuáles serán sus realizaciones más ardientes? La bandera del espíritu será levantada y sobre ella se inscribirá “Amor, Conocimiento y Belleza.” Sí, sólo el corazón de la mujer, de la madre, podrá reunir bajo esta Bandera a los niños/as de todo el mundo, sin distinción de sexo, raza, nacionalidad ni religión.
La mujer—madre y esposa—testigo del desarrollo del genio del hombre, es la que puede apreciar el gran significado de la cultura del conocimiento y del pensamiento.
La mujer—inspiradora de belleza—conoce toda la fortaleza y poder sintetizador de ésta.
La mujer—portadora del sagrado poder y del conocimiento del espíritu—puede, verdaderamente, convertirse en “La que lidera.”
Por lo tanto, vamos a levantar sin demora la gran Bandera de la Nueva Era—la Era de la Madre del Mundo. Que cada mujer expanda los límites de su corazón para que pueda abarcar los corazones del mundo entero.
Sabiendo que la limitación lleva a la destrucción, y que la expansión produce creación, esforcémonos con todas nuestras fuerzas hacia la expansión de nuestra conciencia, hacia el refinamiento del pensamiento y de los sentimientos, para que así, con el resultante fuego creativo encendamos nuestro corazón.
Pongamos en los cimientos de la Unidad de la Mujer el esfuerzo hacia el verdadero conocimiento, aquel que no conoce de demarcaciones humanas ni limitaciones. Pero se nos podría preguntar cómo se podrá alcanzar el conocimiento verdadero. Responderemos, “¡Este conocimiento existe en tu espíritu, en tu corazón. Se capaz de despertarlo!”
La clave para alcanzar el conocimiento verdadero, es el esfuerzo hacia la belleza. Este conocimiento está en cada esfuerzo dirigido hacia el Bien Común. Está señalado en todas las grandes Enseñanzas que han sido entregadas al mundo. Está en cada manifestación de la naturaleza.
El predominio de un origen sobre el otro ha creado desbalance y destrucción y es ahora observable en todo lo que tiene vida. Pero no permitamos que la mujer que se ha dado cuenta de esta ley y que se esfuerza hacia el equilibrio, pierda la belleza de su imagen femenina; que no pierda la ternura de su corazón; que no pierda la sutileza de sus sentimientos; que no pierda la abnegación y el coraje de la paciencia.
Es necesario darle a cada mujer el poder de acuerdo con su conciencia y sin impedirle su crecimiento individual y natural. Es necesario, con cuidadosos toques, ampliar la mente con los fundamentos de la Enseñanza de la Vida. Dejemos que el alma de cada mujer se desarrolle de modo natural, sacando a relucir lo mejor de ella de acuerdo al nivel de su conciencia. La belleza está en la variedad, pero todo debería tener un solo fundamento general, el fundamento del esfuerzo hacia el Bien Común.
De acuerdo a las Sagradas Enseñanzas, la caída
de la humanidad empezó desde el momento
en que el Principio Femenino fue degradado. Por lo tanto, con el comienzo de la
Nueva Época de la Madre del Mundo la mujer… creará, en colaboración con el
hombre un nuevo y mejor mundo.
La creación desde el corazón
Nuestros científicos—biólogos, químicos, físicos—deberían conocer la verdad acerca del Elemento dual, femenino y masculino. Pero ellos están en silencio. Y esta verdad es despreciada en su aplicación más vital y sagrada y lo que domina es el derecho egoísta del más fuerte. El problema es que la mente del hombre esta desconectada de su fuente.
¡Por lo tanto, la mujer debe defender no sólo sus propios derechos sino el derecho del libre pensamiento en beneficio de toda la humanidad! Nuestras habilidades crecerán a través del desarrollo del pensamiento. Vamos a pensar con el más amplio y el más puro de los pensamientos.
Permitamos que la mujer afirme este gran símbolo que es el corazón, que puede transfigurar toda la vida. Dejémosla luchar para transmutar la vida espiritual de la humanidad.
La Madre, la dadora de vida, la protectora de la vida—dejémosla que se convierta también en La Madre, La Líder, La Toda Dadora, La Toda Receptora.
Extractos de Cartas de Helena Roerich I y II