No puedo dejar de compartir con ustedes un pequeño fragmento de la muestra de la exposición MasFotoperiodismo que se encuentra expuesta en el CCCB en Barcelona.
La verdad nunca me ha gustado mucho ir a ver estas exposiciones, porque me conmueve demasiado ver el registro de la cantidad de tragedias y dolor que pasan en el mundo día a día, y uno aqui sin poder hacer mucho más que sobrevivir uno mismo, me da un poco de rabia y me siento egoista, pero por lo mismo no puedo dejar de ir porque es la realidad la que me conmueve a algun día poder aportar un granito de arena.
La lucha y la esperanza de la vida de una mujer que a sobrepasado barreras impresionantes en su vida, su fortaleza es inigualable.
Es increible como la fotografa Martina Bacigalupo logro entrar en el corazon de esta mujer de una manera muy sensible y esperanzadora y mostrar a traves de imagenes tan simples y transparentes su mundo exterior, que esconde tan en ell fondo ese mundo interior desgarrador.
Filda Adoch nos regala con su historia esa pequeña esperanza que a pesar de todo lo vivido no esta perdida.
Em Dic Filda Adoch
Mi Nombre es Filda Adoch
Mi nombre es filda adoch y tengo 53 años. Nací en el pueblo de Along comuna de Paidwe, subcondado de Bobi, distrito de Gulu en Uganda.
Aún vivo allí.
Tuve que dejar la escuela a los 15 años ya que mi padre no podía hacerse cargo de los gastos escolares porque tenía muchas mujeres y niños. Mi madre que labraba la tierra, me crió. Un día un hombre vino a verme, nos casamos y tuvimos hijos, después de seis años de matrimonio, se lo llevaron a la cárcel de Lujire en Kampala, acusado de rebelde. Cuando Museveni llegó al poder en 1986, los soldados venían a menudo a nuestra región y se llevaban a gente acusados de rebeldes. Un día vinieron y se llevaron a todos los hombres del pueblo: a algunos los mataron allí mismo. Yo estaba en el campo y oí los disparos y me escondí. Encontraron a mi marido en el bosque y lo llevaron a un agujero donde ponían a los sospechosos. Tres días después se lo llevaron a Kampala donde murió. Nunca vi su cuerpo y esto no me deja vivir en paz.
Mi marido no era un rebelde del ejército de resistencia del señor.
Un tiempo después conocí a otro hombre del pueblo de Koch y me case; tuve tres hijos con él. Unos años después creo que era en el 1996, cuando estaba trabajando temprano en el campo pisé una mina. Los rebeldes habían venido de noche y habían puesto minas contra el ejército. Había llovido y yo no veía bien el suelo. Cuando abrí los ojos, estaba en el hospital, intente levantarme pero me di cuenta de que me faltaba un trozo de pierna. Cuando volví al pueblo tres meses después me dijeron que los rebeldes habían cogido a mi marido y lo habían matado.
En 2004, mi hijo Okello tuvo que volver a la escuela durante las vacaciones escolares para recoger las notas finales.
Los rebeldes prepararon una emboscada al taxi en el que viajaba y lo mataron. Quise ir a buscar su cuerpo, pero mis hermanos y mi padre no me dieron el dinero para el viaje, algunas mujeres reunieron dinero, vendí una cabra y cogí todos mis ahorros para ir a buscar a mi hijo. Lo traje aquí y lo enterré al lado de mi casa.
Dejamos el campamento hace unos años; tuvimos que quedarnos más tiempo porque no teníamos dinero para construir una nueva casa. Estoy contenta de haber vuelto porque aquí soy libre, puedo hacer lo que quiero.
Me ocupo de mi familia: cinco hijos, dos ahijados, diez nietos, mi madre y un hermano, Todos mis nietos vienen a mi casa porque no tienen nada para comer en la suya. Labro la tierra, voy a buscar agua, leña, heno, mandioca, después vuelvo a casa y cocino. En estos momentos también cuido de una vaca
Filda, enero 2011
¿Cómo narrar una vivencia? ¿Cómo explicar los horrores de la historia?
¿Cómo informar sin quedarnos solamente con estos momentos de violencia exacerbada, visualmente tentadores por el espectáculo que ofrecen, y que en el modelo actual de información, se transformaran en unos instantes de actualidad rápidamente reemplazados por otros?
Estas preguntas quizás no parecen muy importantes y sin duda no fueron las que me motivaron en un principio el proyecto de Martina Bacigalupo, pero son las que le dan un sentido.
Esta es la crónica de la vida diaria de una mujer que ha perdido una pierna, a su hijo y a sus dos maridos en la violencia extrema en la que se encuentra Uganda, que va más alla de la ternura, la complicidad y la necesidad. Todos estos sentimientos han hecho posible que estas imágenes existan, fruto de un intercambio extraño entre dos seres que , en un principio, no estaban destinados a encontrarse. Nos dejamos cautivar, sin dudarlo, por la ternura de la relación que sabe olvidar el sufrimiento para dar paso a la vida, a las ganas de vivir y de explicar cosas. Y explicarlas juntos.
Estas imágenes no se pactan, son imágenes que se comparten, como se comparte un ideal de paz.
Muestra una serenidad que hace más insoportable si cabe la violencia que nunca veremos.
Para todo ello se necesita tiempo, un proyecto común, una compresión mutua y modestia por parte de una fotógrafa que ilustra las escenas con serenidad y sencillez. Esta modestia permite retomar la tradición del ensayo fotográfico, y nos recuerda que los cadáveres y las explosiones, la violencia y las mutilaciones que sin duda deben ser denunciadas, se convierten en este momento cuando nos rodean miles de imágenes y los limites entra realidad y ficción se difuminan- en anécdotas con un impacto visual que flirtea peligrosamente con las tendencias al voyeurismo. La fotografía no puede decir ninguna verdad fundamental, por su propia naturaleza. Pero hay fotografías como estas, que no engañan, que dicen la verdad
Christian Caujolle
Esta es mi nieta Anena bailando el Orak la danza del amor de los joves. Anena baila alrededor del fuego Acholi, un fuego que debemos encender cada noche, pues es aquí donde enseñamos a nuestros hijos como deben recibir a los extranjeros, que debe hacer cuando caen enfermos, cómo deben comportarse con los demás. Queremos que los niños nacidos dentro del campo sepan como vivíamos antes de la guerra. El fuego Ancholi representa la unidad pues todos nos reunimos a su alrededor, sin discriminaciones. Enseñamos a nuestros hijos a bailar, pues el baile es muy importante en nuestra cultura, marca todos los grandes acontecimientos de nuestra comunidad. Tenemos el Orak, la danza del amor a los jóvenes, el Dindiding para acoger a los extranjeros, el Bwola para el rey, el Otole para los períodos de guerra o el Ruth, que es una danza para los gemelos que baila la madre, desnuda, alrededor del fuego. Un hogar sin fuego no es un hogar.
El montaje de La Exposicion
Martina Bacigalupo (premio canon de la mujer fotoperiodista 2010 concedido por la asociación de Mujeres Periodistas (AFJ) con el apoyo de Le Figaro Magazine.