“En el inconsciente colectivo, buscamos simplificar la vida y reducirla a sentimientos básicos. El amor es el más popular”.
A fuerza de aumentar el lenguaje y por ende la inteligencia y el acceso al mundo, de ponernos modernos, lo que nos ha ayudado en tantos ámbitos de la vida, hemos recuperado una linda condición: la sencillez.
Un ejemplo clásico es el éxito de películas y novelas con historias normales, más parecidas a veces a las novelas de aventuras que a la literatura sofisticada.
Tal vez a mayor complejidad y dificultad de la vida cotidiana, las historias sencillas nos aquietan. Personajes como nosotros o tan distintos, que no nos tocan ninguna herida, son nuestros ídolos modernos.
Nada más inútil que la crítica y la queja del cambio de los tiempos. Son inevitables y seguramente necesarios.
En el inconsciente colectivo buscamos tal vez simplificar la vida y reducirla a sentimientos básicos. El amor tal vez es el más popular. Tal vez comprendemos, sin mucha conciencia ni elección clara, que detrás de nuestra compleja modernidad, las necesidades básicas no han cambiado. Y en la turbulencia, los cuentos de hada son un refugio. De hecho, muchos expertos en psicología infantil abogan por la fantasía sencilla de los cuentos de antaño como una buena manera de priorizar valores y de traer sigilosamente el pasado al presente. No como los viejos anticuados que sermonean a los jóvenes sobre el presente asociado a una crítica, sino como un regalo, que puede gustar o no gustar, y no importa mucho.
Un profesor de cuarto medio decidió dar a leer a sus alumnos la novela “Love Story”, que dio origen a una película y marcó a toda una generación. Y quedo sorprendido del impacto que tuvo en sus alumnos, y comprendió que los jóvenes lectores habían encontrado en estas páginas algo que desean sin saberlo, que ansían sin acertar a encontrarlo. Es una historia de amor de dos jóvenes que no son ni intelectuales, ni burgueses, ni incomprensibles ni incomprendidos. Son sencillos, para vivir y para quererse. Su historia, más que de amor, es de cristalina sencillez.
Tal vez, nuevamente el inconsciente aparece, recordándonos que sin sencillez no hay amor y sin amor no hay nada, y no pudiendo encontrar esa sencillez en el ambiente que la buscaban, estos jóvenes la encontraron en este pequeño libro. Tal vez por eso tuvo y sigue teniendo el éxito que ha tenido.
La belleza de esta anécdota no es otra que la de advertirnos que tal vez haya en las generaciones modernas, un anhelo de sencillez.
¡Qué rico, qué fácil, qué bello sería recuperarla!
fuente: Revista Ya por Paula Serrano
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