«La originalidad es un acto de afirmación, pero no es un acto de valentía. Chile parece obligarnos a ser valientes…».
Me hizo notar un sociólogo extranjero que nos visitó hace poco la falta de diversidad en la apariencia de la clase media alta y alta chilena. Revisamos la prensa y sus páginas sociales y las fotografías de los eventos mostraban a mujeres que aparte de la edad se vestían igual, usaban los mismos cortes y peinados, todas más bien rubias, todas con pelos largos volando al viento. Revisamos textos, recorrimos calles, hicimos entrevistas cortas y muy pocas veces (porque no me atrevo a decir nunca) nos encontramos con la originalidad propia de la juventud. Crítica rebelde, mucha; rabia también e indiferencia aburrida. Pero originalidad, nada. Solo en una universidad tradicional y en un grupo de iglesia pudimos ver otro aspecto del Chile que gobernará los destinos del país en el futuro.
Se supone que en la adolescencia todos queremos ser iguales, porque aún no tenemos formada la personalidad, pero también porque la necesidad de pertenencia a esa edad es tan fuerte que haríamos lo que fuera para no ser excluidos.
Pero este es un fenómeno que va más allá de la adolescencia. Lo vimos también entre los adultos. Si no juego golf o si no conozco los lugares de veraneo de los poderosos, entonces puedo quedar fuera… No sabemos bien de qué. La otra excepción fueron los grupos más dedicados a la ciencia y algunos sectores de prensa. «Hasta la rebeldía está estatuida con cierta uniformidad», me comentó el profesor.
La originalidad es un acto de afirmación, pero no es un acto de valentía. Chile parece obligarnos a ser valientes. Elegir las formas que mejor nos acomodan es un signo de adultez, en rigor, no de valentía. Pero si el grupo y la sociedad en que vivimos nos marginan o nos hace sentir ajenos porque no seguimos el «pattern» estatuido, estamos mal. Porque muchos de los problemas de salud mental en la vida adulta se originan en la represión que hacemos para conocernos y para elegir y para vivir.
Estamos en una época contradictoria. Cada día la aceptación de la homosexualidad aumenta y los gays se sienten en un país más libre. Sin embargo, sus familias sufren con hacer público un dato que los saca de la «uniformidad». Cada día las mujeres son más independientes, pero frente a ciertos lugares de poder, prefieren comportarse como si fueran mujeres más tradicionales.
¿Será esta una razón más de las que hacen a Chile el país con mayor depresión en el continente?
fuente: el mercurio