La sociedad no siempre ha sido consumista. Esta forma de comportarnos la adquirimos poco después de la Segunda Guerra Mundial. Para impulsar la economía, los estudiosos de la psicología humana nos inculcaron la idea de consumir para ser felices y nos fuimos derechito desde una cultura de necesidades a una cultura de deseos. Entonces, con una estudiada estrategia psicológica de manipulación, nos convertimos en ávidos consumidores de lo que nos pongan por delante.
Sin duda, la publicidad ha tenido una influencia muy relevante en hacer que las personas quieran cosas que no necesitan, porque unió los bienes producidos en masa con nuestros deseos inconscientes.
Sin embargo, ahora las personas ya no están satisfechas al ir de compras. Existe un deseo que no puede ser totalmente satisfecho, porque está dirigido hacia otro nivel de intereses: el significado de la vida, la sensación de felicidad, la trascendencia. En suma, las personas están comenzando a comprender, aún de forma muy incipiente, que la sensación de felicidad desaparece rápidamente cuando su deseo se satisface: lo que ya tengo, ya no lo quiero.
Resumiendo, en nuestros días hemos comenzado a re-descubrir el remedio que nos saque de esta cadena de consumismo: otorgar, entregar y dar son la cura a este sentimiento de vacío y desesperanza, porque si me preocupo por las necesidades de los demás, me siento feliz y disfruto. Por eso sostenemos que el amor es el medio que tiene el ser humano para lograr la felicidad, pues cuando damos somos mucho más felices que cuando recibimos.
Fuente revistabienestarysalud