No Importa si es por un incendio, un terremoto o una inundación. Los chilenos donan tanta ropa, que se acumula formando cerros de colores y, a las pocas horas de la catástrofe, se convierte en un nuevo problema para quienes gestionan la ayuda. Acto de generosidad para algunos, y de orden para otros; porque así como gran parte actúa motivada por la colaboración, otra lo hace considerándolo una buena oportunidad para ordenar el clóset y desprenderse de aquello que ya no usan, sumando a la bolsa de donación incluso las cosas que ya ni siquiera sirven.
“Hay sostenes cortados, ropa interior, calzones sucios, una gran cantidad de zapatos huachos… No necesitamos eso, es una burla”, decía a través de los medios uno de los afectados por el incendio que en enero de este año afectó al sector de Puertas Negras, en Valparaíso. Proporcional al número de catástrofes que enfrenta, el puerto es uno de los destinos por excelencia de la ropa donada. En 2014, cuando Valparaíso sufrió uno de los incendios más grandes de su historia, recibió oleadas de ropa que se acumularon de tal manera, que 30 toneladas fueron destruidas y trasladadas al vertedero Los Moldes, para evitar contagios de sarna y otros problemas sanitarios por su acumulación.
¿De dónde sale tanta ropa?
Si en 2003 un chileno compraba un promedio de 15 prendas en un año, en una década esa cifra aumentó hasta llegar a las 27, evidenciando un aumento del 73 por ciento, sin considerar los cinco pares de zapatos que, en promedio, adquiere una persona en el mismo período. Este seguimiento, realizado por Euromonitor International —agencia de Inteligencia de mercado global—, reveló también que Chile es el principal consumidor de ropa y zapatos de Latinoamérica, seguido por Brasil con 17,8 prendas, y Argentina con 15,8, siendo Colombia y Venezuela los paises con menor consumo, con 7,3 y 8,1 prendas per cápita al año, respectivamente.
Los motivos que sostienen este crecimiento tampoco son del todo novedosos: precios a la baja por la gran oferta proveniente de Asia y el aumento en el ingreso promedio en nuestro país, del cual destinamos $390,7 dólares al año para estos fines. La misma agencia aporta otros datos interesantes. En la última década, el consumo de ropa deportiva ha aumentado en un 50 por ciento, pese a que, según el informe “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de América Latina 2016” desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 63% de nuestra población adulta tiene sobrepeso u obesidad, siendo el sedentaismo la principal causa de este resultado.
“Este consumo me entristece bastante porque es el reflejo del estado cultural de los chilenos y de nuestro consumo inconsciente’: dice Juana Díaz, diseñadora de vestuario independiente. Y agrega: “Estoy totalmente en desacuerdo con la forma actual de la industria de la moda No es sólo el uso sobredimensionado de agua, sino también de químicos, considerando además el daño que se les hace a comunidades completas, y la explotación y esclavitud de la gente que trabaja en esta industria. Para mí, todo es un asunto profundamente vergonzoso, muy nocivo y dañino. Pienso que es urgente y necesario que eso cambie. y trabajo para lograrlo, aportando desde mi quehacer con coherencia entre mis pensamientos y mi producción, que es más sustentable, más humana, más durable y más biodegradable’: dice. Pero reconoce que el problema es mayor, porque lo que pasa en Chile es sólo un estornudo en un planeta resfriado. Décadas de producción masiva, como principal resultado del fast fashion, traen consigo prendas de menor calidad, a bajos precios y más de 18 temporadas de ropa en un año, que sigue teniendo sólo cuatro estaciones.
En 2015, durante de la Cumbre de París, se determinó que la industria textil es la segunda más contaminante del planeta después del petróleo y que es responsable de la emisión del 10 por ciento de los gases de carbono a nivel mundial: mientras que según el Instituto de la Moda de Dinamarca, el 25 por ciento de los productos químicos producidos en todo el mundo se utilizan para textiles, siendo así la segunda industria en contaminar la mayor cantidad de agua limpia, después de la agricultura. El uso de agua también es preocupante para una polen de algodón se necesitan más de 2 mil novecientos litros de agua, mientras que para un jeans esta cifra puede alcanzar incluso los 3 mil litros.
La educación y la información son claves al momento de generar un cambio, dice Díaz. “Al menos en Chile, los consumidores tienen que empezar a informarse un poco más. Las conductas de consumo que tenemos en el país hablan de la falta de crítica y de pensamiento, las personas se están comprando lo que la publicidad les vende, se están gastando más de lo que tienen, endeudándose más de lo que pueden. Si hay que hacer algo es mejorar la calidad de la educación, de manera urgente y drástica. Y hacer campañas revolucionarias de comunicación. No basta con que los productores se pongan más sustentables, ya que los consumidores son los que tienen más poder. La única forma es que los consumidores tomen conciencia”.
ROPA CON SENTIDO SOCIAL
Hace cinco años, cuando Phelippe Romero era estudiante de Publicidad, comenzó a darle vueltas a la idea del reciclaje. Primero estuvo preocupado en cómo poder dar uso a los libros que no estaba ocupando, pero después se enfocó en el vestuario. “La ropa es uno de los bienes de consumo que más se acumulan en los hogares. Las modas cambian y las prendas que dejan de ser tendencia suelen terminar olvidadas en algún lugar del clóset Este trato desechable que le damos a lo que nos viste acelera la producción en serie, impactando fuertemente el medioambiente. Por eso la idea es incentivar el desprendimiento material y la colaboración social regalando ropa sin trueque de por medio”, dice Romero sobre cómo surgió Te.Doy, iniciativa que comenzó primero con una red social a través de Facebook, para ahora dar paso a una aplicación por medio de la cual se puede regalar y pedir no sólo ropa, sino que todo aquello que uno tiene y no ocupa.
Una de las propuestas claves de Te.Doy es el Ecolgador, ropero ecológico instalado en la vía pública Cualquiera puede dejar ahí las prendas de ropa que ya no usa, y también cualquiera que necesite algo puede sacarlo. Así, en mayo de este año y durante una semana, el ropero ecológico se instaló en pleno centro de Santiago, en la Plaza de Bolsillo, como una de las actividades del Mes del Reciclaje, con el apoyo de la Intendencia y la Seremi del Medio Ambiente. Además, mantienen dos roperos constantes en el Instituto del Medio Ambiente, IDMA. en Compañía 1447. “Es un centro de formación técnica que imparte carreras medioambientales. Ahí nos dimos cuenta que esto funciona realmente. La gente no toma el punto de colaboración como un centro de acopio. Y si llega en mal estado, la donamos a empresas que hacen productos con prendas recicladas. Nada se pierde, no vemos nada como basura’ comenta Romero.
Para Martín de Mussy, periodista y director de la Fundación Hila, la ropa también es un motor de cambio. Junto con unos amigos conformaron esta fundación en 2015, con un objetivo claro: generar recursos a través de la venta de ropa usada para destinarlos a la educación de niños de O a 6 años. -Funcionamos como una bisagra entre ambos mundos”, cuenta De Mussy, quien además detalla el modelo de trabajo de la fundación: “A través de tiendas pop up, que funcionan durante dos días al mes, hasta conformar un trimestre. La idea es financiar un proyecto educativo, definido con anterioridad, para que quienes vayan a comprar sepan a quién están colaborando”. cuenta. Así, el primer proyecto que financiaron fue una biblioteca para una escuela de Quilicura, y actualmente se encuentran reuniendo los fondos para un taller de inclusión.
“Nuestra idea es poder contar con una tienda física y generar mayores canales de donación; por lo mismo, vamos a hacer una alianza con Prilov, una página que vende ropa por intemet, para que los que quieran donar por ahí puedan hacerlo. Todas estas instancias nos permiten pensar que la reutilización tiene para mucho todavía.; dice De Mussy.
EL RECICLAJE
A diferencia de cómo funciona el mercado en el mundo, en donde las marcas llevan la delantera, en Chile el que lleva el estandarte es el retail. Tanto. que se estima que el 70% de la ropa que se vende en el país es bajo esta modalidad.
“El negocio principal del retail es obviamente el vestuario. Es el que trae el tráfico, el que te posiciona”, dice Fernanda Kluever, subgerente de RSE de nendas París, pero hace una salvedad: “¿Qué pasa después con la ropa? Es una pregunta que también nos tenemos que hacer”, cuenta. Mientras intentaban encontrar una respuesta a esto, en 2013 recibieron una llamada desde Valparaíso: les pedían hacerse cargo de 30 toneladas de vestuario donado, sobrante de uno de los incendios. La trajeron en un camión, la ofrecieron a instituciones benéficas y al darse cuenta de que a ellos también les sobraba ropa, surgió la idea del reciclaje. Así llegaron hasta la empresa sueca I:Collect (1-Co) que define cuatro destinos para las prendas que reciben: molerla para transformarla en guaipe cuando está en mal estado, crear fibras recicladas cuando la tela es buena, transformarla en productos de aseo si es que la ropa está en buen estado pero si es de mala calidad, y volver a comercializarla en paises desarrollados de Europa, como ropa de segunda mano, cuando está impecable.
Arte con Ropa Usada Christian Boltanski Exposición en Museo Bellas Artes Chile
Así, desde el año 2013 iniciaron Ropa x Ropa, un programa de recolección de vestuario para reciclaje que funciona todo el año, y que además tiene dos campañas anuales. A la fecha han recolectado más de 700 toneladas, que se envían por container a las plantas que esta empresa tiene en Alemania, Estados Unidos y Emiratos Árabes, y este año esperan llegar a las mil toneladas. Estas cifras posiciona a Paris como la mayor recicladora de Latinoamérica.
“El 95 por ciento de la ropa que donamos está en muy mal estado y se va a guaipe. En comparación con Europa, que reciben ropa buena que se va a segunda mano, nosotros donamos ropa muy mala. Tiene lógica, porque la buena la seguimos usando, se la damos a familiares o conocidos, por eso recolectamos la que está en mala calidad”, explica Fernanda, quien además detalla que la recicladora entrega un precio por kilo de ropa, que es donado a la fundación De Buena Fe, que da microcréditos a mujeres de regiones.
Fernanda Kluever reconoce que la industria tiene temas pendientes igual de importantes, como por ejemplo, qué hacer con la ropa que sobra de las temporadas y que no se logra vender en los remates finales. “Tenemos un tema gigante y hemos estado en conversaciones con el Servicio de Impuestos Internos, porque no puede ser que a nosotros por ley nos convenga más destruir la ropa antes que donarla o reciclarla. Hoy el SII cree que si yo voy a donar el saldo es porque quiero ahorrarme el IVA. Ellos tienen razón, tienen que cubrirse de esas evasiones de impuestos. Pero finalmente lo terminamos rematando, pero tampoco es tan buena opción, porque podría llegar a gente que lo necesita mucho más. O reciclarlo. Hoy los saldos son, efectivamente, un problema”, dice.
LAS MUESTRAS
Son las primeras creaciones de un modelo, las piezas que sirven para confeccionar una campaña completa, pero que nunca llegan a un perchero de una tienda. Por lo mismo, no se paga impuesto por ellas. Estas son las llamadas muestras, que quedan en los talleres, sin posibilidad que alguien las vista alguna vez, en una suerte de universo paralelo.
Este es uno de los nichos que aprovecha Banco de Ropa, organización sin fines de lucro que hace una década entrega prendas nuevas a personas de escasos recursos acogidas por diversas fundaciones. Aquí no hay cabida a la ropa usada ni a las donaciones de segunda mano. “La fundación surge para entregar dignidad, más allá que sólo ropa”, dice María Inés Hurtado, su gerenta general.
La entrega se realiza de manera personalizada: en una bolsa con el nombre del beneficiado y con una tenida con varias prendas, con su talla exacta. Averiguamos previamente las características de las personas a las que les vamos a hacer la entrega, para que la ropa les quede bien, y si es un niño, tratamos de entregarles poleras con sus dibujos o personajes favoritos: cuenta Hurtado.
“La ropa genera un sentido de pertenencia y, más allá de lo práctico, nuestro objetivo también va por el lado humano de aportar en la autoestima Nos gusta trabajar con organizaciones de gente en reinserción y regalarles una tenida digna para salir a buscar trabajo, porque si tienes algo nuevo, y sientes que te ves bien, sales con otra actitud a la calle”, dice Hurtado.
En los últimos tres años, y a la fecha, Banco de Ropa ha entregado más de 39 mil prendas de vestir, beneficiando a más de 12 mil seiscientas personas. Su principal donante es Paris, que les entrega más de 10 mil muestras al año. La idea para 2017 es superar las 15 mil prendas y las cinco mil personas beneficiadas y, en este primer semestre, ya están en la mitad de este objetivo.
Lo que Banco de Ropa espera lograr ya es una realidad en Australia. Y Josefa Pereira Meeder lo conoce de cerca Estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad del Desarrollo, este año tenía que hacer su práctica profesional. Como su pololo es de allá, se puso en contacto con una agencia para gestionar una práctica en ese país, y fue a través de ellos que se enteró de Thread Together, una ONG que funciona desde 2012 y que recibe todos los saldos que no se venden en el retail, incluyendo las muestras, para ponerlo a disposición de personas de escasos recursos. Ellos entregan un certificado de donación a las empresas colaboradoras y así pueden reducir sus impuestos.
La entrega se gestiona de tres maneras: por pedidos específicos de las organizaciones que reciben la ayuda, a través de un dosel que instalan en estas mismas instituciones, y por último en una tienda física, que funciona con touchers entregados a los beneficiarios para que retiren tres tenidas completas. “La idea es que las personas tengan la experiencia de ir a una tienda y poder comprar. Aunque no están haciendo el ejercicio real de la compra, porque no pagan con dinero, sí pueden elegir lo que necesitan y se lo pueden llevar. Al final, esto funciona como la cadena de favores: cuando estés mejor• ayudarás a quien más lo necesite en ese momento y ese será el mejor pago”, dice Josefa, desde Australia Y agrega: la gente que puede comprar su ropa no dimensiona lo denigrante que es no poder elegir lo que vas a usar. Muchas veces ayudamos a mujeres víctimas de violencia doméstica que arrancan de sus casas con sus hijos y con lo puesto, y que luego están buscando en la basura qué ponerse”, cuenta Josefa, a una semana de terminar su práctica profesional y de comenzar como funcionaria contratada por esta ONG, ya decidida a alargar su estadía por dos años más.
Fuente: RevistaViernes