Tiempo atrás, tener la piel blanca o tostada separaba a las clases sociales, hasta que dos mujeres influyentes lo convirtieron en una moda mundial. Hoy broncearse exige una exposición a conciencia y algunos cuidados. ¿Querés conocer la historia detrás de la protección solar?
En la antigüedad, tener una piel muy blanca era un símbolo de distinción entre las clases altas, la aristocracia y familias reales (de ahí el origen del término ‘sangre azul’, ya que al tener la piel tan pálida dejaba ver las venas). Eran personas que siempre andaban resguardándose del sol bajo sus sombrillas y sombreros, procurando que ni un solo rayo tocase por casualidad algún centímetro de su piel. Por el contrario, las clases más bajas solían tener una piel tostada la mayor parte del año, debido a que, una gran parte de ellos, realizaban su trabajo a la intemperie.
Fue recién a principios del siglo XX que la ciencia hizo conocer los numerosos beneficios terapéuticos que tenía el sol sobre la salud de los seres humanos y fueron muchos los médicos que comenzaron a recomendar a sus pacientes tomar ‘baños de sol’ y así combatir numerosas enfermedades (entre ellas la anemia, la depresión, el fortalecimiento óseo, etc.). Aun así, algunos aún se resistían a adoptar el bronceado sobre su piel.
Hasta que en los años 20 la diseñadora Coco Chanel y la cantante Josephine Baker −dos mujeres muy influyentes en las damas de sociedad de la época− lo pusieron de moda. Tras regresar de un crucero por el Mediterráneo a bordo del yate del Duque de Westminster, Chanel llegó con la piel tostada por el sol y su estilo fue imitado por su enorme legión de seguidoras.
Coincidiendo con la época (aunque más hacia mediados de la década), Baker −conocida como ‘la mujer de la piel de caramelo’−, hizo que muchísimas mujeres de todo el mundo tratasen de emular su tono natural de piel, bronceándoselo. Fue así que el diseñador y perfumista francés Jean Patou creó, en 1927, la primera loción bronceadora llamada Huile de Chaldee.
Pero el origen de la primera crema de protección solar surgió a raíz de la Segunda Guerra Mundial, en la que los soldados destacados en el Pacífico sufrían todo tipo de quemaduras en la piel causadas por sus largas jornadas expuestos al sol. Fue entonces cuando, en 1944, el farmacéutico Benjamin Green descubrió que la parafina (extraída del petróleo) creaba una fina capa que, aplicada sobre la piel, evitaba que los rayos ultravioleta la traspasasen y quemasen. La patente, de ese rudimentario protector solar, fue adquirida por la empresa farmacéutica Merck & Co., la cual desarrolló una crema que no solo ayudaba a ponerse moreno, sino que además protegía de las quemaduras del sol, comercializándola con gran éxito en los primeros años de la década de 1950, bajo el nombre comercial de Coppertone (famoso por su característico cartel de la niña y el perrito).
En la actualidad, estar blanca es sinónimo de una piel sana aunque ya sabemos que todo nos luce mejor y nos vemos más lindos cuando lucimos un tono bronceado porque, además, el sol es lo que nos provee vitamina D . Por eso es tan importante tomar sol gradualmente y la única manera de lograrlo es aplicando un fotoprotector alto durante todo el año 30 minutos antes de salir, respetando siempre los horarios permitidos para la exposición solar: evitarlo entre las 10 y las 16.
Hoy, muchos médicos dermatólogos aconsejan limitar al máximo nuestro tiempo al sol, utilizando siempre protectores, anteojos de sol, sombreros y prendas cuya confección tenga telas con espacios más pequeños entre sus hilos, en vez de un tejido amplio o suelto como el encaje, por ejemplo.
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fuente: Revista Sophia