Hace un tiempo ya que me tiene muy descolocada y preocupada el tema del uso del celular y como éste ha cambiado nuestras vidas. Si bien es una herramienta increíble para trabajar y para ser más eficientes, para conectarnos con el mundo y enterarnos de lo que está pasando, sobre todo hoy día con la pandemia, no dejo de ver situaciones en las que yo misma me he visto alguna vez y que me parecen preocupantes.
Llevamos viviendo esto hace mucho tiempo, hoy se ha incrementado por el tema de la cuarentena, que ha sacado lo mejor, pero también lo peor de este multiple aparato que tiene todo en uno!
De un minuto a otro todos nos vimos obligados a interactuar más con éste, incluso los que no lo usaban tanto, porque su trabajo no tiene relación con estar en la pantalla, pero hoy ya prácticamente nadie puede funcionar sin ella.
Creo que no estamos educados para poder controlar la ansiedad que produce el celular y todas las redes sociales, aplicaciones e información que hay en éste, ahora hasta las actividades más zen o que nos pueden ayudar a relajarnos están ahí, y no queda otra que asumirlo, por lo menos hasta que esto se acabe.
Meterse al celular es la forma más fácil que hoy tenemos de evadir la realidad. y lo tenemos al alcance de la mano en todo momento, por lo que es difícil no caer, sobre todo en tiempos raros como estos en que la ansiedad y la incertidumbre están a flor de piel. Por eso hay que tratar de tener consciencia y trabajar un poco esa desconexión cuando veamos que no es necesario estar en ella, porque esta gran herramienta que se supone nos ayuda en mucho, nos está quitando la mitad de la vida, haciendo que perdamos miles de bellos momentos. Estamos conectados con el trabajo todo el tiempo, o curioseando las redes, llenándonos de información que queremos que nos sorprendan, y todo esto muchas veces lo hacemos cuando estamos con la familia, con amigos, con la pareja, etc.. ya no hay ratos de ocio para pensar en la inmortalidad del cangrejo, para reflexionar, para vivir el momento presente al máximo, sin pensar en que quieres compartir ese momento al instante, dejando de vivir parte de éste.
Tenemos que pararnos a pensar que nos está haciendo la tecnología, como nos está desconectado de la esencia, como éramos antes, como nos relacionábamos antes, a que le dábamos importancia, como vivíamos antes de que la tecnología y el celular se pusieran frente a nosotros, que cosas de antes nos gustaría que volvieran, y así empezar a trabajar y darle la importancia que tiene este tema en nuestras vidas, que por muy cliché que sea y que muchos nos damos cuenta, hay que tomarle el real peso que tiene en nuestras relaciones y vivencias.
Una de las cosas que más me molesta del celular es cuando estoy hablando con alguien y la persona agarra el celular para algo que no es urgente, se corta la conexión para entrar en un espacio en el que tu pasas a segundo plano, siendo que estas ahí sentada compartiendo, recibiendo ayuda, etc… muchas veces incluso estas hablando y quedas ahí colgada, y esto me ha pasado hasta en consultas medicas y eso si que me enfurece, tal vez a más de algun@ le ha pasado.
Yo también soy débil con el celular y trato de controlarme, como muchos me imagino, pero el tema de estar con gente y que esté al lado mío metida en el celular es algo que no puedo soportar, se entiende cuando es trabajo y cuando se pide permiso, pero no siempre es así, un segundo de aburrimiento y abrimos la pantalla para hacer zaping, ver si hay alguna novedad. ¿Quién no se identifica con esto?
Tenemos que cuidar nuestros tiempos en la pantalla. Yo trato de alejarme del teléfono cuando estoy con gente no lo tengo a la vista, lo dejo en otro lugar, así no hay tentaciones, (porque todos nos tentamos) a no ser de que uno esté esperando una llamada o algo urgente, creo que todos sabemos cuando algo realmente es urgente y necesario de hacer en ese preciso momento. Estamos casi todos metidos en este vicio del celular, así que l@s invito a ponernos las pilas y conectarnos más cuando estemos en presencia de otras persona, dejar los celulares, usarlos solo cuando sea necesario.
Les quiero compartir un artículo muy interesante sobre el libro «Alone Together» de Sherry Turkle, y algunos consejos para dejar un poco nuestros celulares
Ahora muchos andamos por la vida con la cabeza gacha, mirando nuestra pantalla personal, concentrados en un mundo que no es el mundo que pisamos. La realidad apenas obtiene una mirada de reojo. Hemos creado una burbuja de realidad virtual que nos rodea, la cual deseamos proteger a toda costa. Preferimos enviar mensajes de texto que hablar. Nuestra voz, al teléfono, revela demasiado. Para que decir el hablar cara a cara. Preferimos escondernos tras la apariencia que nos construimos en las redes sociales. Cada vez vivimos más solos y la tecnología nos ha generado nuestra nueva zona de confort, en la cual la intimidad no debería correr riesgos.
Respecto de esta nueva soledad, la sicóloga estadounidense, Sherry Turkle, publicó hace algunos años su comentado libro “Solos Conectados” (“Alone Together” – no traducido al español), en el cual, mediante abundantes entrevistas y datos de estudios, explica como los avances de la tecnología nos permiten estar cada vez más conectados y paradójicamente, más solos. Los aparatos tecnológicos que portamos no solo están cambiando lo que hacemos, están cambiando lo que somos.
Queremos estar con los otros pero también en otra parte. Ni tan cerca ni tan lejos. Nos conectamos para no sentirnos solos y prestamos poca atención a quien tenemos al frente. A la vez, al conectarnos a través de mensajes y redes sociales, controlamos mejor como queremos que nos vean. La distancia y el control que estos medios nos proveen, van construyendo un mundo en el cual entregamos a los demás solamente escogidas tajadas de nuestro ser.
En su libro, Sherry Turkle habla también de los robots. En esta soledad que hemos estado construyendo en torno nuestro, se ofrece la artificial compañía de artefactos electrónicos y electromecánicos, robots, diseñados para brindarnos la sensación que están interesados en nosotros, la sensación que reaccionan ante los estímulos que los humanos emitimos. A través de las emociones sintéticas que simulan estos dispositivos, engañamos nuestros sentidos y los engañamos tan bien que nos sentimos acompañados por esas entidades básicamente inertes.
Así, cada vez, esperamos más de la tecnología y menos de nosotros mismos. Se genera un vacío de sentimientos reales respecto de los cuales, nuestra ilusión es que sea llenado por las relaciones limitadas y prefabricadas que, en forma creciente, nos entregan las redes sociales, la realidad virtual y la robótica. Ello nos deja dispuestos a aceptar la apariencia de la emoción como suficiente para nuestras necesidades emocionales. Perdemos el cuidado por la empatía, perdemos la atención por lo real, descuidándonos entre nosotros. Aceptamos amar o ser amados por una máquina, cambiando lo que es la emoción del amor.
El estar permanentemente conectados tiende a limitar nuestras relaciones a aquellas que podemos sostener desde la palma de nuestra mano, a la vez que se desdibujan las fronteras entre la recreación y el trabajo. Con la constante conectividad aparecen nuevos tipos de ansiedades, incluyendo el pánico de perder nuestra conexión. Aparece también un nuevo estado del ser, dividido entre la pantalla que sostenemos y lo real, físico, conectados entre sí por la tecnología.
Nuestros computadores, tabletas y teléfonos inteligentes nos hacen sentir realzados y poderosos. Ahora podemos estar siempre donde queramos, en otra parte, diferente del mundo físico presente. Ocurre también que, una vez que nos distanciamos del flujo de la desordenada y confusa vida real, estamos menos dispuestos a salir a ella y arriesgarnos a los problemas que trae. De esta manera, nuestra atención es siempre parcial, siempre conectados, constantemente interrumpidos por mensajes y noticias que nos llegan del mundo virtual. Nos vemos a nosotros mismos como un todo con nuestros aparatos, estamos cada vez más acoplados a ellos; la red nos hace sentir parte de algo más grande.
Según Turkle, un efecto de esta permanente conexión, de estar siempre en la red, es hacer de la gente “objetos”, asequibles mediante toques en la pantalla. Otro efecto es que se cultiva un estilo emocional en el cual los sentimientos no se experimentan en forma completa hasta que son comunicados o compartidos. También es un efecto el que se fomentan personalidades narcisistas, frágiles, que requieren el soporte constante de la conexión y la retroalimentación. Por otra parte, se facilita el que nos comportemos como “matones” pues en la red no existe la presencia física, la cual ejerce una modulación de las expresiones. Asimismo, progresivamente, perdemos la privacidad, con lo cual los límites de nuestra intimidad se tornan más difusos. De igual manera puede decirse que las redes sociales estimulan el que todos seamos informantes y vigilantes del otro, a la vez que nos vigilamos a nosotros mismos. Por último, existe el efecto que ha aumentado la sensación de soledad de la gente pues cada vez son menos las personas con quienes podemos conversar cosas relevantes para nosotros y cada vez hay más personas que no tienen con quien conversar sus cosas personales.
La tecnología nos permite “vivir” vidas paralelas, como si estuviéramos abriendo diferentes pantallas en nuestro computador. También da la capacidad de poder hacer múltiples tareas, lo que nos hace sentir poderosos, sin percatarnos que nuestro desempeño en la multitarea, relativo
a la tarea focalizada, se degrada. De esta manera, hemos permitido que las tecnologías inspiradoras y realzadoras que hemos inventado nos disminuyan en nuestras capacidades humanas. Hay quienes manifiestan que desearían estar siempre sumergidos en la abundancia sin fondo de la red, hallándola como una tierra salvaje, con olor a vida, que se traga certidumbres y nos devuelve lo desconocido. En estas circunstancias, en las cuales la red inunda nuestro ser: ¿Cómo puede haber espacio para reflexionar?
La autora de “Solos conectados”, en el cual recorre extensamente las múltiples manifestaciones de como la tecnología ha ido erosionando nuestro ser tradicional y cambiando la forma en la cual transitamos por el mundo, nos llama a mirar de nuevo las virtudes de la soledad, de la intención y del vivir completamente el momento, con total presencia. Llama también a una nueva conciencia acerca de quienes realmente somos y que significa para nosotros la tecnología, para lo cual debemos aprender a usarla y también aprender cuando debemos abstenernos de usarla.
Varios estudios señalan a que la dopamina es la culpable. Esta sustancia es la que nos empuja a buscar y consumir estímulos nuevos constantemente, lo que nos convierte en curiosos y nos lleva a aprender cosas nuevas. A su vez, los centros cerebrales del placer nos causan satisfacción cuando lo conseguimos y hacen que nos quedemos tranquilos durante un tiempo.
El problema es que el primer instinto es más fuerte que el segundo, a veces lo sobrepasa o silencia, de forma que la necesidad de estímulos nuevos nunca se ve satisfecha, y eso puede meternos en un bucle constante de búsqueda de novedades que no conseguimos frenar.
Algunos consejos sencillos de desintoxicación digital para frenar los hábitos de adicción al teléfono
Preste atención a sus emociones cuando revise su teléfono
Mindfulness, una práctica de meditación para llamar la atención al presente sin juzgar, es una forma de explorar y cuestionar su relación con la tecnología, según Allen Weiss , director de la iniciativa Mindful USC y profesor de marketing en la Escuela de Negocios Marshall de la USC. Con más de una década de experiencia en meditación consciente, Weiss ofrece este ejercicio de uno de sus cursos: Pregúntese qué está pasando internamente cuando sienta la necesidad de revisar su teléfono. No se limite a pasar al piloto automático, sino que considere: ¿Es necesario evitar una sensación de aburrimiento, una emoción difícil o la sensación de quedarse fuera? ¿Ciertas acciones, como revisar tu correo electrónico o redes sociales, te hacen sentir mejor o peor?
“Dado que la atención plena ayuda a las personas a procesar estas emociones, quería que mis alumnos experimentaran plenamente el sentido de estas emociones y vieran cómo surgen y desaparecen”, dijo Weiss. Esto ayuda a las personas a explorar completamente las necesidades que tienen y si estos dispositivos realmente les están ayudando o no.
1. Replantéate las notificaciones
Una notificación con imagen, sonido y vibración es una llamada de atención irresistible, y allí acude la tuya cada vez que entran. Si tienes varias redes sociales activas, eso puede ser con una frecuencia excesiva.
2. El móvil, boca abajo o fuera de la vista
Si cumples con el paso anterior y silencias todas las notificaciones que no sean imprescindibles, trata también de dejar el móvil en un sitio o posición en el que no veas la pantalla mientras estás haciendo otras cosas. Así oirás si entra algo que consideres tan relevante como para dejarle el sonido activado, pero no estarás desviando la vista cada vez que se ilumine la pantalla.
3. El modo nocturno todas las noches
Una cosa absurda es que el móvil te quite tiempo o calidad de sueño, algo que puede ocurrir si lo tienes vibrando o encendiéndose junto a tu cara por las noches. Activa el modo nocturno antes de dormir y déjate de whatsapps mientras duermes.
4. Déjatelo en casa de vez en cuando
Pocas cosas hay tan urgentes que no puedan esperar un rato, así que prueba a salir de casa de vez en cuando sin el móvil. Verás como con la costumbre la experiencia pasa de ser algo angustiosa a totalmente liberadora.
5. Acostumbra a tus contactos
Todos tenemos un amigo que a veces tarda horas en responder a un mensaje. Sabemos que es así y nos acostumbramos. Si tenemos algo urgente que decirle probamos llamando, pero si no, lo aceptamos tranquilamente y no pasa nada. Si te lo propones, tú puedes ser ese amigo. Solo tienes que acostumbrar a tus contactos a que tus respuestas pueden demorarse, y no pasará nada.
6. Algunas apps pueden ayudarte
Forest Selecciona el tiempo en que quieres estar sin mirar el móvil, y si lo consigues, habrás hecho brotar y crecer un lindo arbolito. Actívala de nuevo y cultiva un pequeño bosque cada día. Por cada árbol ganas además unas monedas y cuando juntas suficientes puedes comprar una especie distinta de árbol para que tu bosque sea más variado. Existen otras apps basadas en el mismo concepto, busca la que más te guste.