Las Molas, la fuerza del arte textil de las mujeres Kunas

El asentamiento más importante de  indias Kuna está en panamá y en el norte de Colombia, más exactamente en el Uraba antioqueño. Las mujeres Kuna, entre otros roles vitales que realizan en la comunidad, son las encargadas de plasmar su visión espiritual en las Molas, hermosos tejidos hechos con capas de tela bajo la técnica de bordado aplicado creando diseños abstractos y figurativos muy coloridos. La palabra Mola significa en lengua Kuna «ropa». Según la tradición Kuna, el diseño de la Mola fue traído por la héroe cultural Magiryai.

El antropólogo Michel Perrin, dice que la confección y uso de las molas no tiene relación con el saber religioso, simbólico y cosmogónico de los hombres Kunas.  Sin embargo, asegura, el arte oral de los hombres se refleja en el arte pictórico de las mujeres, y viceversa. El dualismo, las metamorfosis, la polisemia, la simetría, los laberintos y los seres míticos son representaciones del mundo que comparten, consciente o inconcientemente, hombres y mujeres.

Necoclí(Antioquia)  Indigenas de la etnia kuna, que se dedican a la elaboración de las molas, artesanias típicas de su cultura.  Jóvita González (centro) creó la Asociación de Mujeres Artesanas Indígenas Tule. / Fotos: Óscar Pérez

En la cultura kuna las mujeres son las artistas de la pintura sobre tela y las molas, mientras que los hombres son los artistas de la palabra: ellos cantan y cuentan vívidas historias. Las mujeres cosen y los hombres buscan símbolos a las molas.

Perrin hace años quedó enamorado de las molas. Ha realizado 12 exposiciones grandes de molas, por medio de las cuales los franceses han descubierto lo que él llama «la fuerza del arte de las mujeres kunas».

La mola es un arte de reacción. Cuando los indígenas  empeziezan a vestirse a la manera occidental decidieron «pervertir» ese vestuario aplicándole molas.
Un viajero del siglo XVII de apellido Waffer, vivió entre los indios kunas de 4 a 5 meses al ser herido, escribió que las mujeres pintaban sus cuerpos y los de sus niños con colores extraídos de plantas; usaban los colores rojo, amarillo y negro.

Como antropólogo, Perrin, ve dentro de otra cultura la suya propia y hace comparaciones.
Según su experiencia, los más interesados en las molas exhibidas en sus exposiciones fueron los artistas franceses. Ellos se sorprendieron por la manera de ser de los indios kunas; mientras que en el Occidente todos se empeñan en las individualidades y en tener su propio estilo, las indígenas copian molas de otras mujeres en papel y conviven juntos en casas y en comunidades.
Al tiempo de que el arte contemporáneo se libera del simbolismo, las mujeres kunas cosen molas representativas de la rutina diaria. Por ejemplo: aves, perros y hojas. Todo para hacer más comercial y atractivo su producto para los «wagas» o extranjeros.

Se realizó un estudio que demostró que el comercio de las molas comenzó en los años cuarenta. Al principio eran los extranjeros que las compraban por nada a los indígenas, para luego venderla por astronómicas cantidades a los extranjeros. Posteriormente, los mismos indios comercializaban con sus iguales.
Hoy día las mujeres están organizadas en cooperativas y han unificado los precios en los que venden las molas.

«Mientras las mujeres se vistan con molas, el arte no está perdido»

Muchos especulan que como las molas no son las mismas que tiempo atrás, éste arte va rumbo a la extinción. En Tugualá, un área cerca de Colombia, las indígenas trabajan la tierra y no tiene tanto tiempo como las otras para coserlas a mano, por lo que cosen sus molas en máquinas de coser para seguir su tradición y cultura.

Éste tipo de molas no son apreciadas por los turistas, quienes prefieren las cosidas a mano.
La tendencia actual es confeccionar molas más finas, con menos aplicaciones y bordados arriba. También las hay basadas en la naturaleza.
Las indígenas se defienden diciendo que una cosa son las molas para los turistas y otra, la que ellas usan. En ellas ponen todo su amor y dedicación por lo que valdría un precio que los «wagas» no estarían dispuestos a pagar.
Perrin aclara la polémica con esta frase: «Mientras las mujeres se vistan con molas, el arte no está perdido»

El Legado de las Indigenas Kunas

Pese a vivir en uno de los territorios más golpeados por la violencia y el abandono estatal, 16 indígenas del Urabá antioqueño luchan por su patrimonio cultural a través de una asociación de artesanas.

Flores, animales y complejas figuras geométricas adornan los vistosos e impactantes trajes de las indígenas kunas. Cuentan las jóvenes de la comunidad de Caimán Nuevo, ubicada en Necoclí (Antioquia), que sus abuelas les enseñaron “a elaborar sus vestidos completamente a mano”. Por eso los cosen con telas floridas compradas en Apartadó y estampados traídos de Panamá, donde están los mayores asentamientos de esa etnia. Lino, gabardina y dacrón adquiridos en Turbo, además de agujas fabricadas en el vecino país, son usados por las indígenas para elaborar las complejas molas que adhieren a sus atuendos. Tradicionalmente concebidas para “proteger el cuerpo de malos espíritus”, las molas constituyen un milenario arte textil que consta de una superposición de telas en la cual se cosen recortes de popelina formando diseños figurativos y abstractos.

Sobre la carretera Panamericana, a 20 minutos del casco urbano de Necoclí, tiene su casa Jóvita González. En un conciso español, que aprendió en la escuela rural de su comunidad, relata que varios años atrás una comerciante de Cartagena llegó a Caimán Nuevo con el objetivo de proponerle coser molas sobre vestidos de baño. Así empezó una fluida relación comercial que llevó los diseños de las kunas a las vitrinas de la Heroica. El negocio resultó tan rentable que, viéndose limitada para cubrir la creciente demanda, Jóvita invitó a otras indígenas y creó la Asociación de Mujeres Artesanas Indígenas Tule, inscrita en la Cámara de Comercio de Urabá. Bajo su dirección, las asociadas elaboran un promedio de 60 molas al mes, por las que reciben una remuneración acorde a la complejidad y el tamaño de sus diseños.

Las artesanas kunas aguzan sus sentidos con el fin de captar las imágenes e impresiones que más tarde volcarán sobre la tela.

Para las 16 mujeres que integran la asociación, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 38 años, la venta de artesanías se ha convertido en una significativa fuente de ingresos. En una sociedad tradicionalmente marcada por los roles de género, en la que la provisión de los alimentos ha recaído sobre los hombres, la posibilidad de aportar recursos para el sostenimiento de las familias les ha traído reconocimiento y autonomía. Pero mantener el flujo de productos no es fácil. Varios kilómetros a través de ríos y remontando cuestas, por entre platanales cubiertos de hojarasca, deben caminar las kunas antes de llegar con sus obras hasta la carretera, desde donde las envían rumbo a Cartagena o Necoclí. Para la última mujer que se vinculó al grupo el viaje dura tres horas a pie por un árido y caluroso camino poblado por familias en extremo distantes entre sí. Desde allí, donde deben encontrar espacio para diseñar mientras cuidan los niños y crían los animales, las indígenas han logrado proyectar su trabajo en distintas ferias nacionales.

Pese a habitar uno de los territorios más golpeados por el conflicto armado, el abandono estatal y las luchas por la tierra, los indígenas del resguardo Caimán Nuevo han conseguido preservar sus tradiciones milenarias, caracterizadas por un profundo respeto por el equilibrio de la naturaleza, la verticalidad de las instituciones gubernamentales y un interés desmedido por blindar la cultura. Es quizá en las “casas grandes” o “casas de reunión” donde mejor se puede apreciar esa idiosincrasia, por estar dispuestos los objetos de manera tal que permiten compartir los momentos más significativos de la vida comunitaria, respetar las jerarquías y mantener la tradición. Una unidad que han sabido mantener los caciques a lo largo de las décadas y que les ha permitido a las mujeres recibir apoyo en proyectos como el de Jóvita, que buscan generar ingresos haciendo uso del patrimonio cultural de su etnia.

Con el ardiente sol urabeño calentando los sembradíos de plátano, que constituyen el principal sustento de la comunidad, las artesanas kunas aguzan sus sentidos con el fin de captar las imágenes e impresiones que más tarde volcarán sobre la tela. En su concepto, el comercio de las molas les ha permitido explotar su potencial creativo, a la par que mejorar la calidad de vida del resguardo mientras extienden su legado cultural.

«Gloria Martinez es la coordinadora del grupo de mujeres indígenas Kuna en Uraba, Colombia. Éstas mujeres, gracias a la labor de Gloria, se mantienen unidas como organización. Ella se encarga de organizarlas, de pagarles y de que cada una de ella reciba su respectivo ingreso gracias a su trabajo con organizaciones o empresas como Makua. Gloria es madre de 4 hijos y 5 nietos.» Por Angélica Zalazar Fashion Revolution. 

Fuente: Panamaarica 
El Espectador

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